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Los misterios de Alonso

La Fórmula 1 compite en Hungaroring, un circuito de grato recuerdo. Allí logró Fernando Alonso la primera de sus 32 victorias en el Mundial. El 24 de agosto se cumplirán 20 años. Fue una fecha mágica para el deporte español, que abrió el casillero de éxitos en un universo inexplorado, para tocar el cielo con los títulos de 2005 y 2006. Por aquellos tiempos parecía que ese contador iba a crecer sin límites, pero Alonso, por unas cosas y por otras, no volvió a coronarse. Las razones son múltiples, pero básicamente se pueden resumir en que en la F1, más que en otras disciplinas, influye mucho dónde estás y en qué momento, cómo es tu coche y cómo es el de tus rivales. Puedes recaer en equipos históricos, como Ferrari y McLaren, y toparte con las rachas ganadoras de Red Bull y Mercedes, por poner ejemplos recientes. Como dice el propio Alonso, este Gran Circo es “un misterio de año en año”. A veces es un misterio incluso en el mismo año, como demuestra esa pole de Lewis Hamilton por delante de Max Verstappen en Hungría.

Ese mismo misterio que te conduce al monoplaza equivocado, se torna en bendición cuando te sienta en un coche esperanzador. El desembarco de Alonso en Aston Martin, cuando, en sus propias palabras, “nadie daba un duro”, es uno de esos casos increíbles. Alonso suma seis podios en diez carreras y va tercero en el Mundial. ¿Quién lo hubiera imaginado? Es más, sin los Red Bull en liza, estaría luchando por su tercera corona, y la anhelada cifra de 33 sumaría ya algún dígito más. Es el cuento de la lechera, vale, pero también la confirmación de la leve frontera entre las dos caras del deporte. Fernando, que cumplirá 42 el próximo sábado, sólo compite por ganar, aunque lleve tiempo sin hacerlo. Porque sabe que así, con trabajo y ambición, el éxito llegará el día menos pensado y en el lugar más inesperado. Igual que hace 20 años.