Los chicos malos son ahora malísimos
Aquellos aficionados que se engancharon a la NBA en los años 80 con la voz de Ramón Trecet, ilustre predecesor de Andrés Montes, recordarán casi de corrido a aquellos Detroit Pistons que se ganaron el apodo de ‘Bad Boys’ por su baloncesto agresivo, con defensas al límite de la violencia, y por sus gestos maleducados, como no felicitar al rival. El equipo, liderado por Isiah Thomas, alineaba a Laimbeer, Dumars, Vinnie Johnson, Mahorn, Salley, Rodman… Tipos duros. Su estilo condujo a dos anillos, en 1989 y 1990, pero sobre todo fueron la bisagra entre dos momentos históricos: por un lado, frenaron la alternancia ochentera de los Lakers y los Celtics, y, por otro, retrasaron la llegada al trono de los Bulls de Michael Jordan. Aquellas maneras también generaron odio, hasta el punto de que las grandes estrellas del Dream Team vetaron a Thomas para los históricos Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Y eso que el seleccionador era Chuck Daly, el inventor de la maquinaria maléfica. Los Pistons volvieron a tener un repunte glorioso en 2004, con Chauncey Billups a la batuta y con Joe Dumars en los despachos.
Aquellos ‘Bad Boys’ eran ‘Chicos Malos’, sinónimo de ‘malotes’. En la presente temporada han vuelto a ser ‘malos’, pero con otras acepciones: pésimos, inoperantes, penosos… Los actuales Pistons, una sombra, batieron el martes el récord de derrotas consecutivas en una misma campaña: 27. Y eso que su líder, Cade Cunningham, se opuso a la afrenta con 41 puntos. La cosa puede ir todavía a peor, porque hoy se enfrentan a los Celtics, que en buena lógica les infligirán su 28ª derrota, para igualar otra nefasta plusmarca: los Sixers perdieron ese número de partidos a caballo entre dos cursos. Y eso que su entrenador, Monty Williams, es uno de los mejor pagados de siempre. La NBA, con sus mecanismos compensatorios, tiene estas cosas. Pasas del cielo al infierno. Y de ser malo, a malísimo.