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Lo imposible

En El increíble caso de la expectativa oscilante de esta semana tenemos el capítulo Gloria o muerte, con sorpresa final garantizada. No hay club más permeable a las emociones que el Barça, transitan entre estamentos con tal facilidad que, siendo líderes de la Liga, dado el evidente descenso de prestaciones desde el parón de selecciones parece que si no ganan los dos partidos de esta semana el club desaparecerá. El nerviosismo va de la grada al campo, de este al palco, lo que ayer nos parecía promisorio hoy es palabrería. Se juzga a los jugadores por ratos, por tramos y momentos de forma, por un disparo al palo. Y al club, igual.

Se olvidan las circunstancias, las lesiones, los errores arbitrales, que no son todo, ni son excusa, pero son algo y ha tocado sufrirlos. Se soslaya la presumible presencia de altibajos en un equipo aún por hacer, incluido el técnico, que ha dado con la tecla en bastantes ocasiones, pero en otras no. Lo que se le aplaude al máximo rival, la resistencia a la derrota cuando juega mal, en el Barça no vale. De nuevo los prejuicios propios, no nos gusta ganar jugando mal, aparecen justificando los ajenos: que renuncien a los puntos, que se den por vencidos, han jugado fatal. Mientras se discute si hay derecho a tirar contras (¿En qué otro club sucede eso?) se olvida aplicar el plan principal: posesión, presión, movimiento.

Miren, así es imposible. Después de la terapia de choque, en el Barça se impone respirar, mirar más lejos, permanecer callados el mayor tiempo posible. Laporta, que está siendo un faro de optimismo, ha errado en sus afirmaciones en la asamblea teniendo razón en cuanto al destrozo que suponen los sueldos de algunos jugadores. Se sabe. Debería dejar que los hechos hablen de sus aciertos, si es que lo son. Hay tal montonera de equivocaciones a corregir que más que palancas el club necesita un psiquiatra. Lo demostrará pase lo que pase en estos dos partidos. Si se ganan, euforia absoluta. Perdiendo, crisis eterna. Vamos, fútbol.