La Vida Pirata suena mejor con Iñigo
Vallecas dictó sentencia. El rayismo abrazó a Iñigo Pérez en una de sus semanas más difíciles y le dejó claro que está a muerte con él. Con un entrenador fiel a sus principios, los mismos del escudo al que representa. Muchos lo acusan de temerario por tratar a todos sus jugadores como iguales y por poner a quienes considera más adecuados para la contienda, sin importarle el nombre o el caché. Y es que Iñigo, en menos de un año, ha sabido captar la esencia de un club centenario. Él se ha empapado yendo a la entrega de brazaletes organizada por la hinchada y a presentaciones de libros, acercándose al ancla del Santa Inés. A esa gente que permanece inamovible mientras la marea trae y lleva a presidentes, entrenadores, jugadores... Ellos —los que siempre están— son quienes ríen y lloran y quienes se dejan las manos y la garganta animando y cantando La Vida Pirata.
La primera de 2025 resume a la perfección lo que es la Franja. Esa a la que muchos juzgan sin conocer. Para ellos, aquí va un breve resumen: el Rayo es familia. Es la comunión entre equipo y afición, un vínculo inquebrantable. Ese por el que Óscar Valentín, que ya había dado la cara en redes, sacó del vestuario a Iñigo para que se llevara una ovación y al doctor Beceiro para que se sintiera arropado por la pérdida de su hermano. En las buenas y en las malas, todos para uno y uno para todos.
Nunca un entrenador, con los puestos europeos en el horizonte, había hecho un guiño a la historia y a las raíces, mientras pedía calma y cautela. “Aprovecho esta euforia y esta exaltación para utilizar el nombre de Prudencia, que tanto nos ha dado, y vamos a ser prudentes y mantener los pies en el suelo”, dijo con un ingenioso juego de palabras, en alusión a la madre de todos los rayistas. Ella ha sido transmisora de humildad, solidaridad, respeto, resiliencia... Coordenadas del único mapa que importa, porque es el que hace de Vallecas un lugar diferente.