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La UEFA parió la Superliga

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Conste que no me gusta el formato de competición presentado ayer por la Superliga, farragoso e injusto. Conste que tampoco me gusta el que ha preparado la UEFA para las próximas temporadas con el objetivo de templar gaitas y contraprogramar. Conste que no le encuentro demasiadas pegas al que ahora está en vigor, sobre el que podría reprocharse, por buscar un caso extremo, que el Madrid ha ganado todos sus partidos en la fase de grupos, aunque cabría recordar que en cuatro de ellos lo hizo por la mínima. Conste también que yo no veo tan cercano ese apocalipsis que presentan los promotores de la Superliga por el cambio de hábitos de los más jóvenes. Quizá mi ceguera atienda a cuestiones biológicas. Y ahora vienen los peros, que tienen que ver con que la cuestión no es el huevo, sino el fuero.

Durante 70 años la UEFA ha manejado a su antojo derechos que eran de los clubes, los únicos que arriesgaban su patrimonio, sin darles voz ni voto en las negociaciones con operadores televisivos o patrocinadores. Solo cuando entendió que había un amago serio y razonado de insurrección se abrazó a la ECA, asociación de clubes heredera de aquel G-14 nacido a principios de siglo para defenderse de ese abuso de posición dominante de la UEFA al que un tribunal dio carta de naturaleza ayer. A la fuerza, y temiéndose ya que se le vendría encima el TJUE de Luxemburgo, aceptó la creación de una sociedad conjunta con los clubes para negociar, al 50%, los derechos de televisión de las competiciones europeas. Así sofocó la sublevación de los moderados, pero no ha podido con los radicales, que empezaron siendo doce y se han quedado en dos. Ahora, un tribunal ha decidido que lo que a Ceferin le pareció una frivolidad de Florentino sea hoy ley.

La UEFA ha mirado demasiado tiempo a otro lado mientras se desvirtuaba el orden natural del fútbol. Aprobó un ‘fair play’ financiero que ni aplica ni se cree, quién sabe por qué. El primero en denunciar ese petrofútbol financieramente dopado fue Tebas, al que el fútbol español deberá agradecimiento eterno por haberlo saneado y haber triunfado donde otros fracasaron, pero que en esto defiende unos derechos de la federación de federaciones que no toleraría en España.

Al Atlético, por no ir más lejos, le levantó hace cuatro años el City, un equipo insignificante a su lado en afición, palmarés y reconocimiento de marca, a Rodrigo pagando la cláusula de 70 millones. Hasta que los emiratíes compraron el club, el City había ganado dos Ligas (la última en los sesenta), cuatro Copas y una Recopa. El Atlético, para entonces, tenía ya nueve Ligas, nueve Copas, una Recopa y había estado en una final de la Copa de Europa. Hoy está indefenso ante el ataque de un dinero que no genera la industria y que ha provocado una inflación insoportable.

A un Barca pentacampeón de Europa y quinta marca deportiva más valiosa del mundo en ese momento, el PSG, que había ganado hasta la llegada del emirato qatarí dos ligas francesas en casi ochenta años, ocho menos que el Saint Etienne, le quitó a Neymar pagando 222 millones de euros. Años de pérdidas descomunales se han saldado con alguna multa económica, cuando la UEFA sabe que pedir dinero a quien le sobra el dinero no es castigo. Y ahora, por esa falta de control, estamos en un escenario en que cualquier eliminatoria Salzburgo-Leipzig o Girona-City quedará bajo sospecha. Y por esa falta de rigor, el Málaga, representante de la sexta ciudad de España, juega hoy en Primera RFEF: el jeque se esfuma y la deuda de la juerga permanece.

Si buscamos en España, podríamos encontrar cierto paralelismo en el Villarreal, magnífica obra de autor de Fernando Roig, que se juega su dinero por un sueño amarillo, pero aquí tiene que rendir cuentas. Este verano, para que le cuadraran, hubo de vender tres joyas: Chukwueze, Jackson y Pau Torres. No fue por gusto, sino por cumplir con un modelo que garantiza la supervivencia del negocio. Busquen en esto y no en si conviene cambiar el formato de competición el origen de la Superliga, hija no deseada pero ahora legítima de la soberbia histórica de la UEFA con la que tendrá que dialogar.

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