La transformación de Albania
Hace diez años viajé a Albania por primera vez. Luego vendrían unas cuantas más para un proyecto de un libro que, si todo va bien, por fin verá la luz a principios de 2024. Pero me quiero fijar en aquella ocasión de 2013 porque el contraste con la actualidad es absolutamente gigantesco. Por aquel entonces, a nadie se le ocurría en el país pensar que su selección podía llegar a disputar una gran cita. Se observaba al equipo nacional con derrotismo, y los amantes del fútbol se centraban más en ver campeonatos extranjeros. El estadio nacional, llamado por aquel entonces Qemal Stafa, presentaba un estado ruinoso. Iba a ser remodelado, y durante varios años la selección tuvo que ir a jugar a Elbasan, una ciudad de provincias, en un campo con un aforo para 13.000 espectadores.
La realidad es ahora muy distinta. Albania va a jugar su segunda Eurocopa, habiéndose clasificado para la fase final de dos de las últimas tres ediciones. El Air Albania Stadium en Tirana es hoy uno de los más modernos del continente y ha albergado incluso una final europea, la de la Conference League que la Roma le ganó al Feyenoord. Quedan muchas cuestiones por mejorar a nivel de infraestructuras en todo el país y algunos asuntos han sido extremadamente perjudiciales para la imagen del fútbol nacional, como la sanción de diez años al Skenderbeu de Korçë sin poder jugar competiciones europeas por un sonado caso de amaño de partidos. Albania está aún lejos de la élite, pero el panorama actual era inimaginable hace dos lustros. Verse ahora en un grupo con España, Italia y Croacia, más allá de que lo lógico sea que acabe con cero puntos, le reporta al país un prestigio futbolístico que ni los más optimistas podían pensar que se haría realidad.
En esta transformación ha habido muchos protagonistas. Sylvinho tiene un mérito indiscutible en esta segunda clasificación, que ha sido bastante más holgada que la primera, en la que no se puede infravalorar la importancia que tuvo el episodio del dron que sobrevoló Belgrado en un histórico y tremendamente controvertido partido frente a Serbia. Pero es justo acordarse hoy del seleccionador de aquella primera vez, el italiano Gianni De Biasi. Él le cambió el ánimo al fútbol albanés y convenció a la nación entera de que lo imposible no lo era tanto.
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