La siesta del Madrid
El Real Madrid comenzó en Vallecas sin pulso y en el minuto 36′ ya perdía 2-0. Con la modorra encima, un zapatazo de Valverde en el primer tiro a puerta y un cabezazo de Bellingham al filo del descanso fueron suficientes para el empate. Da la sensación de que el Madrid está de siesta en este inicio de temporada, que se saben tan buenos que creen que ya lo arreglarán tarde o temprano y mientras tanto van despertando, espabilándose poco a poco, sacudiéndose la pereza. La intensidad del Rayo exigía un mayor y mejor compromiso y activación, pero ellos van a su bola y necesitan su tiempo.
El gol de Rodrygo nada más empezar la segunda parte en su mejor partido en lo que va de temporada reafirma la teoría de la complacencia con la que los de Ancelotti se toman la Liga y la vida porque a partir de ese momento, y después del tanto de Isi, volvieron a las andadas: a no controlar la bola. Las 27 lesiones acumuladas en cuatro meses les proporcionan una coartada porque van perdiendo un calcetín en cada colada y el técnico tiene las medias justas, pero no da para explicarlo todo porque si el fútbol es un estado de ánimo como popularizó Valdano, el del Madrid tiende a la melancolía. Se echan de menos a sí mismos y se ponen las pilas sólo a ratos confiando en que una jugada aislada, una genialidad, un arranque, solucione la papeleta y les vuelva a enchufar principalmente a la alegría.
Una victoria en Vallecas habría supuesto el liderato provisional frente a un Barça efervescente, con la exuberancia y la energía rabiosa de la adolescencia que a veces también falla y al que el Madrid de las siestas continúa sin echarle el aliento en el cogote porque sigue demasiado preocupado con el dilema de quién ocupa la banda izquierda en el ataque y ocupado en el debate de si es necesario o no reforzar una plantilla que Ancelotti ya no sabe cómo decir que se le ha quedado corta mientras sigue experimentando, dando palos de ciego y responde bla, bla, bla, a los entuertos.
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