La realidad atropella al Barça
Hubo un tiempo no tan lejano en el que en el Barça se descontaban los títulos antes incluso de ganarlos, ahora se restan mientras van cayendo como fruta madura, uno detrás de otro. El Real Madrid le humilló en la Supercopa y el Athletic de Bilbao le ha apeado ahora de la Copa del Rey, que en teoría era el trofeo en más asequible que podía conseguir esta temporada. A ocho puntos del Girona en LaLiga (con un partido menos) y a siete del Madrid, la fe únicamente se puede sustentar en un milagro de última hora y aunque el Nápoles no es un rival temible en Champions, no se espera por motivos obvios que el recorrido de los culés sea mucho más largo. Con no hacer el ridículo y caer dignamente ya sería bastante, vaya. Esta es la realidad que le espera al Barça de aquí a final de temporada y no los discursos triunfales, hiperbólicos, que Laporta y Xavi se han empeñado en vender aunque todas las señales les indicaban que circulaban contra dirección, sin cinturón de seguridad y a toda pastilla.
En San Mamés todavía pelearon -que es lo mínimo que se les puede pedir- después de encajar un gol en el primer minuto de partido y fueron capaces de llegar a la prórroga tras una segunda parte en la que persiguieron fantasmas. Con Christensen aplicándose hielo en el banquillo, Araújo tocado, Balde lesionado y con tres chavales -Lamine Yamal, Héctor Fort y Cubarsí- que no han cumplido aún los 18 años, el Barça se agarró como una lapa, pero vivir al límite es lo que tiene: que despeñarse es una opción.
Ahora toca poner los pies en el suelo, que es un concepto marciano tanto para el presidente como para Xavi, que al menos está demostrando valentía en los últimos partidos y ya no compra a João Félix, le ha quitado los galones a Lewandowski, no cuenta con Vítor Roque y se la juega con adolescentes. Si me la pego, que sea al menos con los míos y no con los tuyos, parece decirle a Laporta. Pero es la realidad la que les está atropellando a los dos.