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La otra Kings League

“Me voy a Arabia por dinero”, con esta sinceridad Koulibaly se ha despedido de su anterior club, el Chelsea, para fichar por el Al Hilal de Arabia Saudita. Tiene 32 años y se apunta a la aventura de jugar en una liga sin tradición, pero que es un retiro dorado. Igual que él, en los últimos días hemos visto como varias estrellas —Benzema, Kanté, Neves— han seguido sus pasos, y los que vendrán. El Mundial de Qatar, más la llegada de Cristiano Ronaldo la temporada pasada, han puesto el foco en la burbuja del fútbol en los países árabes, que además llevan años comprando a grandes clubes europeos.

En este contexto, Arabia Saudita es quien lleva la voz cantante. El despilfarro económico es enorme y eleva las cifras a unos niveles de indecencia nunca vistos. Todo parece un capricho más de ese rincón del mundo para convertirse en el epicentro del deporte de élite: comprar lo que no pueden tener por historia ni cerrazón política. Según los analistas de Twenty First Group, la liga profesional saudí está al mismo nivel que la liga escocesa o la Serie C italiana, y cuesta imaginar que un puñado de grandes jugadores, viviendo en esa jaula de oro, puedan llevarla a un nivel más alto.

Es una película que ya hemos visto en otros ámbitos. Desde hace años los países árabes dominan las subastas de arte para hacerse con las grandes obras y así abrir museos que son maravillosos, pero solo pueden verlos los privilegiados que viajan a Doha, Riad, Dubái (la diferencia es que el valor de las obras de arte no caduca). Todo el asunto me hace pensar en Las Vegas, un oasis en pleno desierto para ganar dinero y dar voz a las viejas glorias del espectáculo, pero luego me pregunto por los posibles clientes: ¿quién seguirá la liga de Arabia Saudita? ¿Quién ha visto algún gol, y no digamos ya un partido entero, de Cristiano con el Al Nassr? En la distancia cultural y temporal, todo se vuelve anecdótico. Todavía no han entendido que seguimos a un club y no a un jugador. El amor por unos colores no se compra ni se traspasa.