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La mesa de los mayores

El Tour de Francia llegó a su fin, el primero para un servidor como enviado especial de AS. Arrancó bajo la lluvia en Copenhague un 1 de julio que ya suena lejano y siguió con una larga travesía por Europa hasta llegar a París: Dinamarca, Alemania, Países Bajos, Bélgica, Suiza e incluso algunos tramos de suelo italiano por los Alpes, todo ello con la compañía de Jesús Rubio, fotógrafo de AS (el único medio escrito español que viaja con redactor y fotógrafo al Tour) con una larga trayectoria en sus espaldas. Hay que remontarse a los Tours de Indurain para ver sus inicios en este deporte. Algunos no habíamos nacido aún. Ya vine avisado de que lo es esta carrera, más allá del deporte, destacando los famosos desolé, con restaurantes cerrados en su mayoría a las 21h. Lo salvamos bien. Tan cerca de España, tan distinto en estilo de vida.

Todo empezó en Dinamarca, con clima poco caluroso y la manga larga abundando entre los enviados especiales. La sensación de: “Uf menos mal que traje abrigo y un par de jerséis en la maleta”. Pensé. Los mismos que acaban de ser facturados en París y que no se movieron de su sitio en estos 26 días. Fue precisamente en tierras danesas, en Nyborg concretamente, cuando un miembro español que forma parte de la carrera me vio, tras conocerme de carreras anteriores: “Hombre, Dani. Verás aquí, en el Tour, esto ya es la mesa de los mayores”. Lo fue, al menos en aprendizaje, trabajo, la intensidad del día a día, pero… por algo es la carrera más importante de la historia, esa en la que una conquista, una etapa o incluso una buena actuación sin triunfo puede marcar la trayectoria de un corredor, y en la que no hace distinciones. Alberto Contador, presente como comentarista, también me lo dejó claro una mañana: “¿Primer Tour? Ya lo irás viendo. Si hay una cinta, una valla o cualquier impedimento para pasar, por mucho que en mi acreditación ponga Contador, tampoco voy a pasar”.

Durante casi un mes las mismas caras: vigilantes de seguridad, periodistas, organizadores, gente de la caravana publicitaria… personas de las que no sabes sus nombres, pero cuyo saludo no falta cada día. Es recíproco. Cada pueblo, cada localidad se moviliza no el día de la etapa, sino días previos, como las caravanas que llevaban cuatro días previos acampadas en Alpe d’Huez antes de ascender. Y más un 14 de julio, la Fiesta Nacional. En Cahors, con el único triunfo francés (Laporte), todo fueron abrazos, gritos de alegría y júbilo entre los aficionados. Francia tiene y tendrá muchas cosas importantes, pero me quedó claro que el Tour está entre las primeras. En lo deportivo, ‘dinastía o sorpresa’ era el título del especial previo de AS, ante el favoritismo de Pogacar para lograr su tercera corona consecutiva. Hubo sorpresa, al menos relativa, porque Vingegaard venía de ser segundo en 2021. Salió de casa, Dinamarca, con el sueño de ganar el Tour y se lo lleva de vuelta unas semanas después, acompañado de su pareja, Trine, y su hija, Frida.

¿Puede que Pogacar haya ganado más seguidores y aficionados este verano que en los dos Tours que conquistó? Porque esa es la sensación que deja desde dentro. Hay derrotas que también engrandecen. Ver en solitario a Enric Mas, apoyado en una furgoneta, con el rostro perdido en Castelnau-Mognoac, vestido de calle mientras sus compañeros iban al control de firmas, fue una de las imágenes que más me marcaron. Ese día abandonó (COVID). Toca seguir. Y ahora, a esperar hasta el año que viene, dejando atrás un Tour (el más rápido de la historia, a 42 km/ de media) que partió de Dinamarca y terminó con un danés en lo más alto. El 1 de julio de 2023 arrancará desde Bilbao