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La mejor terapia para Nadal

Rafa Nadal superó la primera prueba en el Open de Australia, saltó un primer obstáculo envenenado desde el sorteo: Jack Draper, emergente tenista de 21 años, número 38 del Mundo en el ranking de la ATP publicado este mismo lunes. No parece lógico que el vigente campeón tenga que debutar ante un oponente de tanta entidad, pero el azar es muchas veces revoltoso. Nadal llegaba al estreno rodeado de una nube de interrogantes, con una sola victoria en sus últimos siete partidos y con dos derrotas en sus dos únicas comparecencias en 2023, ambas en la United Cup. El 22 veces ganador de Grand Slams ha salvado situaciones mucho más críticas en su dilatada carrera, pero eso no le inmunizaba de la preocupación.

A Rafa le urgía un triunfo terapéutico, curativo, reponedor, balsámico, para poder afrontar con confianza el resto de la competición en Melbourne. Así lo ha reconocido él mismo en sus declaraciones posteriores al partido: “Necesitaba la victoria, estos últimos meses no han sido fáciles y espero que este triunfo me ayude”. Ya puestos, mucho mejor que ese tratamiento rehabilitador haya llegado ante un rival de rango, que le ganó el segundo set y resistió la batalla durante cuatro mangas, en tres horas y 41 minutos. No le viene mal a Nadal acumular tiempo en la pista para coger ritmo competitivo. Al menos, de entrada.

Draper sucumbió al final, porque Nadal puede tener sus crisis, que las sufre, y a veces profundas, pero hay una cualidad que sigue conservando, que es su eficacia en partidos a cinco sets, allá donde funciona el físico, pero también la experiencia, la estrategia, la resiliencia, la fortaleza mental… El Abierto de Australia es un torneo largo, todavía pueden pasar mil cosas hasta la final del día 29, pero de momento Nadal ha despejado las primeras dudas sobre su rendimiento. Hacia el exterior, y hacia su interior. Rafa necesitaba un debut así. La mejor terapia.