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La calamitosa salida del campo de Vinicius

Lo de Vinicius empieza a ser vicio. El miércoles ganó el Madrid 0-4, él hizo un partido enorme, pese a que Xavi destinó a su marcaje al mejor de sus defensas, como suele. Marcó el primer gol o tres cuartas partes de él (en todo caso el árbitro se lo adjudicó), provocó el penalti que valió el tercero y le puso en bandeja el último a Benzema. Su marcador fue correcto. Finalizando el partido tenía todos los motivos para estar feliz, y sin embargo se embolicó en una discusión con Araújo y unos cuantos más de la que con dificultad consiguieron apartarle Benzema, Modric y Kroos, que temían una segunda tarjeta para él.

Viéndole salir así, poco menos que arrastrado por dos balones de oro y el que fuera tantas veces capitán de Alemania, miembros de la realeza del fútbol, por buscar la expresión más apropiada, que le estaban salvando de quedarse sin la final, me preguntaba qué tipo de explicación, ya que no justificación, podría tener ese rapto de cólera, que le llevó incluso a despreciar la mano de Ancelotti, que había sabiamente ordenado su cambio para protegerle de sí mismo. Estaba enfadado con el mundo entero, en lugar de feliz como una perdiz, que era lo que procedía, dado el resultado y su partidazo.

Jugador de condiciones excepcionales, Ancelotti supo pulirle y enseñarle a terminar las jugadas. Ahora ve el pase y el gol, ahora es una joya. Pero queda por delante la tarea de enseñarle a ser feliz, a evitar follones, a olvidarse del público y de los suplentes del rival, a evitar gestos superfluos, a respetar al árbitro aun cuando le parezca injusto. A no escuchar ese runrún neovictimista que sale del club, una mala influencia que instaló Mourinho y que en los medios de propaganda se está convirtiendo en caricatura. A imitar, en fin, la conducta de esos compañeros sabios que le salvaron para la final.