Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola

Hay jugadores egocéntricos que se reivindican mostrando al mundo su nombre en la camiseta. Lo hacen cuando aciertan, porque cuando fallan, que les sucede a menudo como a todos, no se les ocurre señalarse el dorsal. Son así de narcisistas. Peores son aquellos que, tras marcar, deciden mandar callar a los aficionados llevándose el dedo a la boca, como si en vez de la felicidad del gol les pudiera un sentimiento de revancha porque se haya dudado de su valía. Son así de petulantes. El gesto de Joselu, pidiendo perdón a los aficionados del Bernabéu después de marcar su primer gol en Champions, es una insólita demostración de humildad.

Había fallado algunas ocasiones claras y se escuchó un leve rumor en la grada. No hubo ni pitos ni abucheos, pero el jugador sintió que debía disculparse después de, por fin, acertar con un remate. Muchos en su lugar hubieran tirado de esa rabia machirula tan habitual: que si ahora os enseño el dorsal; que si yo hablo aquí, señalando en el césped; que si ahora os miro desafiante… todos esos gestos que, lamentablemente, muchos niños imitan luego en los colegios. Joselu mandó un mensaje más empático, quizás porque, en su madurez, se sabe un privilegiado. No es el delantero titular del Madrid, ni una estrella galáctica, pero en cuatro meses lleva seis goles y se ha ganado al público de su estadio.

Sigue el canal de Diario AS en WhatsApp, donde encontrarás todas las claves deportivas del día.