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Iñigo, el antídoto contra la tristeza

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Últimamente el pesimismo se había adueñado de Vallecas. El Rayo no ganaba. No había forma, mereciéndolo o sin merecerlo. Los goles les daban la espalda, especialmente a De Tomás, sobre el que están puestas muchas miradas, y no por falta de buscarlo. La frustración era la sensación general y el descenso se convirtió, de repente, en un peligro real. Justo cuando llevaba un tiempo olvidado. El calendario no invitaba a la esperanza y precipitó un cambio que parecía inevitable. Francisco trabajó por revertir la situación y en su maleta se llevó un +7 sobre el descenso.

El pesimismo es mal compañero en el fútbol y en la vida. Por eso, la Franja necesitaba una inyección de ilusión. El hombre estaba detrás de un nombre conocido. Era Iñigo Pérez. Él encarna aquel Rayo de Iraola que compitió y enamoró. Es un regreso al pasado con un entrenador de futuro. “El del Centenario”, como lo anunció Presa. De momento, su primera y más urgente misión es la recuperación anímica de la plantilla. Y el nuevo míster ha detectado un estado de tristeza generalizada, por eso él pone al mal tiempo buena cara. Su sonrisa de par en par y el brillo de sus ojos marcan el camino. Uno nuevo. Vallecas ya ha dado un paso al frente, este domingo se dejará las manos y la garganta en animar. ¡Qué mejor manera de espantar la oscuridad! Por su Rayo, su estadio, su barrio, sus orígenes... Luchar forma parte de su identidad. Esa que no debe desaparecer ni entre las tinieblas.

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