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Infantino y el brazalete de Kane

Infantino le dobló el brazo a Inglaterra y la selección de los inventores renunció a los colores arcoíris en el brazalete de su capitán, Harry Kane. Ese brazalete le hubiera costado al capitán, advertencia de la FIFA, una tarjeta amarilla ya antes de empezar el partido. Y según las interpretaciones más severas, la roja inmediatamente si insistía en jugar con él. Una concesión de Infantino a Qatar que contrasta con lo que ocurrió en el Mundial de Rusia, donde Neuer, capitán de Alemania, jugó con el brazalete arcoíris. No es cosa baladí: el colectivo LGTBI ruso pudo sentirse respaldado, el de Qatar se habrá sentido dolorosamente abandonado.

Inglaterra, que había volado en un avión con la arcoíris en su fuselaje, cedió. Junto a ellos los iraníes apretaban los labios durante el himno, sin corearlo, en señal de respaldo al levantamiento en su país contra la barbarie de sus autoridades. Una prueba de valor que me dejó pensando si Inglaterra hubiera podido desafiar la prohibición. Una posibilidad era acatar, lo que se hizo. Otra hubiera sido: un brazalete no, sino dos, uno en cada brazo; y no sólo el capitán, sino todos, los 26. Los responsables de una decisión así hubieran arriesgado menos que esos muchachos de Irán que desafiaron ‘urbi et orbi’ a su régimen. Cuestión de convicción.

Infantino es europeo, pero se desmarca del eurocentrismo. Denunció, hay que decir que no sin razón, los abusos de Occidente en el pasado y ayer desairó a Inglaterra en su reivindicación estrella, ante la que esgrime sus propios acuerdos con la ONU sobre mensajes favorables a causas nobles: no a la discriminación, respeto, reparto de alimentos… En la FIFA cada país es un voto, no hay derecho de veto como en la ONU. Para Infantino, Europa (léase la UEFA) es un poder tradicional que quiere socavar, por eso cebó de tapadillo el cisma de la Superliga. En Qatar está en su salsa y seguro que anoche recibió efusivos parabienes de sus anfitriones.