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Harta de criticar a Xavi

Estoy harta de criticar a Xavi. Por fácil y recurrente me he cansado de poner el foco en el entrenador y de ver, leer y escuchar cómo lo hace el resto. Resulta ya tan obvio que él no es el problema fundamental del Barça -aunque tampoco sea la solución- que seguir poniendo el foco sobre el técnico y en sus declaraciones, actitudes, fallos, incoherencias, excusas y cambios de opinión, me parece inútil, una pérdida de tiempo.

Elevar la mirada debería ser ya urgente cuando nadie, a estas alturas, se atreve a asegurar que Xavi se sentará en el banquillo la próxima temporada a pesar de que no se hayan cumplido ni tres semanas desde la rueda de prensa en la que confirmó su continuidad. Es más, precisamente por eso: es una excelente señal del desbarajuste en el que está sumido el club. Joan Laporta -el presidente que se emocionó hasta las lágrimas en esa rueda de prensa- es el mismo que salió hace una semana de Montilivi rojo de ira vociferando ante los suyos que la situación era intolerable y que este lunes, dependiendo de lo que suceda ante la Real Sociedad, girará el pulgar hacia arriba o abajo. El mismo que habla de proyecto y no tiene ninguno porque depende de cómo se levante, por dónde le dé el aire y está rodeado de una claca, un grupo de aplaudidores profesionales, a los que comunica por teléfono que Xavi seguirá apenas unas horas después de decirles en la reunión de la Junta que se iría. Y todos tragan.

Xavi ha ejercido de escudo, de muñeco acolchado del pim pam púm que recibe los golpes mientras Laporta no ha sido capaz en tres años de sacar al club de la quiebra, se ha endeudado y puesto en manos de fondos de inversión, ha fichado a Vítor Roque por 60 millones en plena crisis y ha apuntado al madridismo sociológico para desviar la atención sobre su responsabilidad directa en el caso Negreira. El caos va mucho más allá de Xavi y la persistencia en centrar en él las críticas es al mismo tiempo también un indicio. Hablemos de Laporta, que ya va siendo hora.

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