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España pierde la pasión arcoíris

La preparación del Mundial de fondo en carretera, que se celebra este domingo, recuerda en algunos síntomas al de 1999. España ha retrocedido más de veinte años con su Selección, a aquellos tiempos en los que los ciclistas huían de esta carrera, que consideraban un evento lejano, cosa de italianos, belgas y franceses. Aunque Abraham Olano se había vestido de arcoíris en 1995, con plata de Miguel Indurain, el campeonato no había calado en la cultura vueltómana del país, ni en el pelotón nacional. Las renuncias eran constantes. Aquel año, los líderes eran Martín Perdiguero y Chente García, pero la delegación viajaba con poca fe. Sin embargo, Paco Antequera se guardaba una sorprendente carta: su confianza en un joven, Óscar Freire, que apenas había corrido ese curso, pero amaba las clásicas. Se preparó a conciencia. Y sorprendió con el oro. Aquel éxito abrió una fase brillante. Donde antes había rechazo, luego hubo codazos por participar. Esa pasión por el arcoíris duró hasta hace poco, cuando Alejandro Valverde logró su anhelado oro en 2018. Después, nada de nada...

Con Pascual Momparler a las riendas, el podio vuelve a ser cosa de otros. Este año, para colmo, la lucha por la clasificación UCI ha provocado negativas de varios equipos a ceder ciclistas. Pero no se puede utilizar como única excusa. El mejor español del ranking, Pello Bilbao, no está en ese supuesto, sino que pasa factura al técnico por exclusiones anteriores. Juan Ayuso, que primero dijo sí, luego dijo no por cansancio. El viaje a Australia ayuda poco. La falta de motivación es grande, porque no hay proyecto, ni resultados. Momparler carece de la imaginación para buscar soluciones y del talento para gestionar grupos que sí tenía Antequera. España acude con un equipo de circunstancias, liderado por Marc Soler y García Cortina, que harán lo que puedan. Ojalá sea mucho. Pero no tiene pinta.