Entró Olmo y fue mano de santo
El Rayo-Barça llegó precedido de dos noticias importantes relacionadas con los contendientes: los vallecanos han fichado a James, mejor jugador de la Copa América después de varios años dando tumbos por distintos clubes, y Tebas había levantado la barrera para que el Barça pudiera inscribir a Olmo. Es una autorización forzada, uno de esos favores que a Tebas le cuesta poco hacerle al Barça (lo de hace dos veranos fue una exageración) para que nuestro campeonato no desmerezca sin su presencia saludable. Todo ha consistido en exagerar la lesión de Christensen, solución provisional hasta fin de año.
James, recién llegado, ni se vistió, claro. La tele nos lo mostró contemplando el partido desde la grada, con gesto serio, no sé si un puntito apesadumbrado al ver cómo corren sus nuevos compañeros. James juega bien con Colombia porque todos corren para él, que la recibe al pie y distribuye con ciencia, pero no sé si aquí le permitirán eso. Suena más a fichaje de presidente que de entrenador. Ante sus ojos, el Rayo se comió al Barça de salida con una presión bárbara y buen juego. Desde el banquillo rival otros ojos, los de Olmo, también miraban con preocupación. Sobre él iba a caer el encargo de arreglar aquello.
Y lo arregló. Entró tras el descanso por Ferran Torres (viva la diferencia), Raphinha se fue a la banda, el equipo quedó mejor configurado y Olmo tomó el mando. Todo cambió, el Barça empezó a jugar con elegancia, rapidez y profundidad. Marcó tres goles, uno de ellos escamoteado por el sexador de pollos. Quedó la impresión de que Flick ha dado con el equipo a la primera, con la pareja Bernal-Pedri y cuatro atacantes, que deben ser los de la segunda mitad. Al final el Rayo sacó su casta, apretó de nuevo y hasta rozó el empate en el largo descuento, pero el Barça había merecido la victoria, tercera en tres partidos.
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