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En esta ocasión no pudo ser

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El infortunio ha vuelto a tocar a nuestro admirado Rafael Nadal. Ahora es una pequeña lesión a nivel del recto abdominal. Asienta sobre el lado derecho y al ser un jugador zurdo, esa dolencia en la pared abdominal puede permanecer más protegida durante el partido. No hay lesiones musculares, sino lesionados. Las hay importantes que se visualizan claramente en las imágenes radiológicas, de resonancia magnética, que incluso a los expertos, duchos en mil batallas, nos llaman la atención y, sin embargo, al deportista no le impiden competir.

No digo que este sea el caso de Nadal, pero conociéndole a él, su umbral del dolor, su espíritu de sacrificio y su capacidad de superación, nos quedaba la duda y, sobre todo, la esperanza de que volviera a realizar otra de sus acostumbradas gestas deportivas. Esta vez, el sentido común ha imperado por encima de todo. Jugar en estas condiciones en un terreno, la hierba, que no le es propicio, lo único que podía acarrearle es un aumento considerable de la lesión, que le obligase a estar mucho más tiempo fuera de las pistas. La carga de trabajo extra en una superficie complicada, entre otras cosas por la calidad de sus rivales, podía tener repercusión sobre su recuperación, tanto física como psicológica. Con lo cual, la decisión es la más inteligente que ha podido tomar.