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El reto de un equipo legendario

El Barça femenino es un equipo legendario. El primero y el último en ganar la Champions para un club español, el único que termina el año en Europa contando todos sus partidos por victorias, con nueve campeonas del mundo y referente universal con Alexia Putellas y Aitana Bonmatí como ganadoras de los últimos tres Balón de Oro. Es el espejo en el que mirarse, vaya. Un ejemplo para todos los demás clubes. Y, sin embargo, en este 2023 que está a punto de acabar, tanto su arquitecto Markel Zubizarreta, como su entrenador Jonathan Giráldez, han saltado del barco. El primero es ya el nuevo director deportivo de la RFEF y el segundo acaba de anunciar su adiós a final de temporada.

El caso de Markel Zubizarreta fue un hasta aquí hemos llegado de manual harto de las injerencias de la directiva; en el de Giráldez se ha disfrazado de una búsqueda íntima de nuevos retos personales y deportivos que deja contento a todo el mundo, pero que no puede tapar el hecho de que se marcha del que es, sin discusión, el mejor equipo del mundo. Así que hay algo que no funciona como debería se pongan como se pongan y por muchos lazos con los que se intente engalanar a la realidad. Uno no se pira del que se supone que es el paraíso porque sí y menos cuando deja claro que no es por dinero.

El reto del Barça en el 2024 será mayúsculo precisamente por la altura del listón que la entidad ha creado, construido y colocado y que es la que el resto intenta imitar por ser sinónimo de éxito; la presión es enorme. Y no está de más señalar que dentro del club, con asesores muy cercanos al presidente Laporta, los hay que infravaloran y desprecian al femenino, que consideran exageradas sus peticiones, que creen que deberían conformarse con menos, que muy subiditas están y que ni siquiera se cortan en soltarlo públicamente cuando se reúnen en privado. Que se lo digan al directivo Xavi Puig, responsable del fútbol femenino del Barça, que se enfrentó a uno de ellos por un comentario fuera de lugar.