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El PSG-Bayern nos dejó ganas de más

La eliminatoria estelar de estos octavos de la Champions resolvió su primer asalto con ventaja de los muniqueses por un solo gol. Lo hizo Coman, ex PSG, el mejor jugador del partido mientras estuvo en el campo. Un gol que premiaba el juego insistente del Bayern, dueño del campo y el balón ante un PSG medroso. Chocaba ver a un equipo hecho con tanto dinero y tan brillantes jugadores dejarse dominar así en casa. Salió, sí, sin Mbappé, pero ahí estaban Neymar y Messi rodeados de un largo etcétera de futbolistas de gran calado. Casi diría que el gol se retrasó mucho. Para cuando llegó, en el 53′ ya hacía tiempo que lo merecía el Bayern.

La entrada de Mbappé cambió el partido. Reservado por sus molestias, salió porque el PSG arriesgaba perder la eliminatoria y en cuanto apareció todo fue otra cosa. No es que hiciera su mejor partido, ni mucho menos, pero su propia presencia alteró la dinámica. Jugador grande, intimidante, hizo que el Bayern se tentara más la ropa y permitiera que el PSG se le viniera encima. Fue un vuelco apenas perceptible al principio, luego progresivamente acelerado, hasta llegar el PSG a sacudir por las solapas al Bayern, que se salvó del empate milagrosamente porque los dos goles que marcó Mbappé fueron anulados por fuera de juego, uno por un pelín.

El partido, sin ser gran cosa, dejó ganas de más, tanto al espectador neutral como a los dos contendientes, porque ambos se marcharon teniendo algo que lamentar. El Bayern, por no haber rentabilizado más su hora de superioridad, cuando le faltó un puntito más de ambición y de remate. El PSG, porque se le escapó vivo el Bayern cuando lo tuvo literalmente contra las cuerdas. En Múnich, el Bayern saldrá con un gol de ventaja, pero se supone que tendrá enfrente a un Mbappé ya en plenitud durante los 90 minutos y lo de este jugador son palabras mayores, por lo que hace, por lo que intimida, por el efecto que produce en compañeros y rivales.