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El pelotón sube a Evenepoel de la mano

La primera etapa de alta montaña del Giro 2023, que se coronaba en el Gran Sasso, en los Apeninos, a más de 2.000 metros, tuvo un desenlace lamentable, decepcionante, desconcertante… Un pelotón de una treintena de ciclistas cruzó la meta con todos juntitos, casi de la mano, sin ningún intento de ataque. La cosa podía haber sido incluso peor, pero al menos el Movistar puso un poco de ritmo en los últimos kilómetros, que descolgó a un puñado de corredores que no salieron en la foto del sonrojo. Una prueba indudable de que un puerto de esa dimensión hace daño, aunque ya nunca sabremos hasta qué extremo. La falta de acción confunde todavía más cuando recordamos los antecedentes de lo que llevamos de Corsa Rosa.

Por si alguien no está siguiendo la carrera etapa a etapa, basta con que conozca que Remco Evenepoel, el aspirante número uno, arrasó a sus rivales en la contrarreloj inaugural de 19,6 kilómetros, y que este domingo tiene otra más larga, de 35, para dar la puntilla al resto de candidatos, si es que hay alguno. Entre medias, Remco cedió la maglia a Andreas Leknessund, y junto a ella la responsabilidad del trabajo para defenderla. Y, más importante todavía, sufrió dos caídas 48 horas antes, en la lluviosa jornada de Salerno. El fenómeno belga sufrió golpes y magulladuras, que posiblemente le hayan impedido un descanso óptimo. Como remate, su rendimiento en puertos tan altos aún tiene dosis de incógnita. Dos interrogantes en esta primera cita montañosa que nadie se atrevió a despejar. Los rivales subieron a Evenepoel a la sillita la reina. Ya en la meta, el belga pujó con Primoz Roglic por la cuarta plaza en un esprint hacia ninguna parte que puso la guinda al absurdo. Sí hubo otros héroes, los tres escapados, con Davide Bais ganador tras 212 km en fuga. Muy meritorio. Pero insuficiente para que los aficionados que se ponen delante de un televisor no salgan espantados.