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Pasan los años y todavía no acabo de entender del todo a Toni Kroos. No tengo muy claras sus preferencias ni sus manías. Qué pasa por su mente bajo esa apariencia de total tranquilidad y control que transmite sobre el campo. No da pistas. No suelta prenda. Es un acertijo envuelto en un enigma dentro de una caja misteriosa. Solo sé que le gustan las Adidas blancas y los Dallas Mavericks. Tampoco te da esto para un perfil psicológico del FBI ni para una biografía de Zweig. No es alguien que muestre demasiado sus cartas. Cuando crees saber algo sobre él, se desmarca por completo con alguna decisión desconcertante. La última es la posibilidad, no ya un mero rumor infundado, de que este año pueda poner punto y final a su carrera.

La idea de que Kroos deje el fútbol con 32 años es un pensamiento que me hunde la moral por completo. A veces creo que soy razonablemente feliz, pero luego me acuerdo de repente en la ducha de que Kroos todavía no ha renovado (¡ni Modric!) y me entra un ligero mareo, una sensación de desasosiego vital, como cuando vas al aeropuerto y sientes que te has dejado en casa un documento importante. Jugar sin Kroos es como viajar sin pasaporte. Dependes de algo casi anacrónico, en peligro de extinción, como un cuadernito con grapas lleno de sellos.

¿Cómo que dejarlo todo con apenas 32 años? ¿Qué clase de idea absurda es esa? ¿Quién te crees que eres? ¿Macaulay Culkin? ¿J.D. Salinger? A decir verdad, en realidad ya tiene 33, porque cumple justo la primera semana de enero. Es que es diligente el tipo hasta para cumplir años. Hasta en eso Kroos es Kroos. Para qué complicarse con toques de más pudiendo resolverlo todo a la primera.

Tampoco quiero dudar aquí del mundo interior de Toni Kroos, pero no sé qué va hacer si se retira tan joven. ¿Jugar al golf? ¿Dedicarse a tallar muebles en miniatura? ¿Hacerse trader de renta variable? ¿Pescar? ¿Escribir sus memorias? ¿Dedicarse a tiempo completo a trolear al pobre Lucas Vázquez en redes sociales? A lo mejor termina como Daniel Day-Lewis y se instala en Florencia para aprender el oficio de maestro zapatero en un taller artesanal hasta conseguir la bota blanca perfecta.

Yo a Kroos ya le echo de menos de manera preventiva. Por lo que pueda pasar. Para no olvidar nunca que la rutina excepcional es un oxímoron inventado por un centrocampista alemán con la misma foto de pasaporte desde hace años.