Pasaba por aquí

El misterio de la caja

No sé cuál es la mejor posición para Arda Güler, pero supongo que eso —el no saber, el misterio, el ingenio— es lo divertido de este juego que llamamos fútbol.

04/10/25 PARTIDO PRIMERA DIVISION 
REAL MADRID - VILLARREAL 
ALEGRIA FIN DE PARTIDO ARDA GULER
JESUS ALVAREZ ORIHUELA
Javier Aznar
Actualizado a

Esta semana vimos cómo De la Fuente, ante la ausencia de Fabián, colocaba a Pedri unos metros más atrás. Es un debate recurrente: al seleccionador le gusta (o le conviene) que el canario actúe de mediapunta. Con Flick, en cambio, juega más retrasado, con todo el campo por delante. Sea como fuere, entre bajas sensibles y cambios forzosos, Pedri salió ovacionado del partido en Elche y piropeado por el seleccionador rival, nada menos que Willy Sagnol, jugador de culto para los que crecimos en los noventa. El debate, una vez más, parece estar servido.

Lo curioso es que estos días el Real Madrid se enfrenta a un dilema casi idéntico con otro talento: Arda Güler. ¿Dónde juega mejor? ¿Es centrocampista o mediapunta? ¿Y qué le conviene al equipo?

No escapa a nadie que el turco ha fraguado, en este arranque de temporada, una sociedad especial con Mbappé. El francés vive su mejor momento desde que llegó gracias en parte a su pérdida de peso —como reconoció él mismo en una charla reciente con Jorge Valdano; nunca una gastroenteritis salió tan a cuenta— y a esos pases entre líneas que le sirve Güler, capaz de imprimir a la jugada la suficiente velocidad y precisión para lograr dejar a Mbappé siempre en posiciones ventajosas. Además Güler tiene gol, ese don que no se entrena. Sobre el papel, parecería una locura alejarlo de esa zona.

Y sin embargo, muchas voces sostienen que debería jugar en la base, como organizador, esa figura que el Madrid lleva tiempo añorando. Hay quien sueña incluso con un tándem dinámico: Bellingham y Güler alternándose en la sala de máquinas, ora el turco sacando la pelota, ora el inglés barriendo detrás. Un turnismo digno de Sagasta y Cánovas. Bonito en teoría, pero tal vez eso pertenezca más al terreno del pensamiento mágico que al de las realidades. Uno suele desconfiar de las soluciones perfectas a los problemas complejos. En fútbol y en política.

Una vez un amigo llegó a clase con una enigmática caja de madera, en forma de cofre, que su padre le había traído de un viaje a Cuba. Metías una moneda y disponías de un rato a solas para intentar averiguar cómo demonios se abría. Si lo conseguías, te quedabas con todo el botín acumulado. Nos la íbamos turnando, desesperados, incapaces de lograr abrir aquella maldita caja. Nuestro amigo, mientras tanto, nos iba desplumando cada día el dinero del bocata del recreo. Las mejores mentes de mi generación colapsaron ante aquel misterio. Hasta que un día el repetidor del curso, harto de todo, la reventó contra el suelo, dejando a la vista su sutil mecanismo de apertura. Entonces comprendimos cómo se abría.

No sé bien cuál es la moraleja de esta historia del mismo modo que no sé cuál es la mejor posición para Arda Güler. Pero supongo que eso —el no saber, el misterio, el ingenio— es lo divertido de este juego que llamamos fútbol.

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