El Marsella visita mi triste Madrid
Hoy, el Marsella, un equipo de mi país, visita Madrid y sólo espero que vea al verdadero Madrid, al que tanto quiero.


Me hice madrileño y madridista en un fin de semana. No más. Fue en el año 1992. Era un joven delgado e ilusionado, risueño y enamorado del idioma de Federico García Lorca. Me aceptaron en un pispas y me hicieron sentir uno más de esta bendita ciudad después de la primera caña en la plaza Santa Ana. Así era Madrid entonces y así era todavía cuando la dejé hace cuatro años para volver a mi tierra natal. Una ciudad abierta y tolerante, humana y alegre dónde no se te miraba el pasaporte ni la religión. No volveré a vivir nunca en Madrid porque la vida y la familia me han llevado hacia otro camino, pero siempre estará en mí, siempre será parte de mí.
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Estoy en París, son las 6 de la mañana del lunes y escribo estas líneas con humedad en los ojos. Porque me acosté con imágenes terroríficas y me desperté con las mismas imágenes terroríficas. Esto no es mi Madrid. ¿Qué te han hecho? ¿En qué te han convertido en este triste domingo de septiembre que el mundo entero mira con estupefacción y yo con una pena infinita? No siento vergüenza ajena, siento vergüenza propia porque llevo más de 30 años alabando Madrid en los medios de comunicación franceses. Hoy, el Marsella, un equipo de mi país, visita Madrid y sólo espero que vea al verdadero Madrid, al que tanto quiero. Pero, en el fondo, no estoy preocupado. Porque en Madrid lo recibe el Real Madrid.
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