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El Guardiola más rico y el Inter más inspirado

La paradoja de Guardiola. Si en mayo de 2011, justo después de que el Barcelona levantara en Wembley su segunda Champions League en tres temporadas, nos hubieran dicho que doce años después el técnico de Santpedor seguiría con el mismo número de Copas de Europa en su palmarés, no nos lo habríamos creído. Parecía destinado a dominar el fútbol europeo. La realidad es que no ha vuelto a levantar la Orejona y que esta sequía se ha visto desde algunos sectores como una decepción de proporciones exageradas. Quizá el problema fue que su inicio fue tan espléndido -dos Champions en sus tres primeras participaciones- que la expectativa se situó en un lugar insostenible. Han pasado las temporadas, y pese a no haber vuelto a conquistar el continente, Guardiola es hoy mejor entrenador que en 2011. Sus equipos son más ricos tácticamente: tienen más variantes, usan más registros, se protegen de manera más solvente e innovan permanentemente para no ser previsibles. Es lo que tiene este juego: a veces tú mejoras pero no repites los mismos resultados favorables. Para acallar a estas voces, las de la exigencia desmedida, las que sólo miden la grandeza en función del metal, Pep necesita ganar hoy en Estambul su tercera Champions League. Parece poco probable que sorprenda con una decisión como la de hace dos años en la final de Oporto, cuando sentó a Rodri y a Fernandinho y situó a Gündogan de medio centro. El alemán está hoy muy consolidado en una altura más cercana al área rival, llegando y golpeando además de asociándose. Existe la duda de qué defensor se quedará fuera: Walker, Aké o Akanji. A Ruben Dias y a Stones, éste en su doble rol de centrocampista en fase ofensiva, se les da por sentados. La estructura será la misma que en la vuelta ante el Madrid pareció indefendible: salida con tres, cuatro por dentro, dos extremos abiertos y un Haaland amenazante que inspira temor aunque ande menos fino de cara al gol -ha anotado sólo uno en sus últimos siete partidos-.

A qué se agarra el Inter. Sorprendió que en la rueda de prensa previa se le diera importancia desde los medios al hecho de que el Manchester City hubiese perdido su único encuentro de los últimos cuatro meses ante un rival, el Brentford, que usó el mismo sistema que empleará Simone Inzaghi hoy: un 5-3-2 con dos delanteros puros. El dato podría ser válido si no quedara derrumbado por el contexto: ese 1-0 se produjo en la jornada 38, cuando el City ya era campeón y reservando además a prácticamente todos los titulares. Parece un mejor argumento para pensar que el Inter tiene posibilidades el gran momento de forma de sus atacantes: Lautaro vuela desde el Mundial, Lukaku está aprovechando cada minuto con una inspiración que llevaba tiempo sin exhibir y Dzeko está resistiendo la presión del belga a base de oficio y un gran trabajo descolgando el juego directo. Esa es la primera gran duda de Inzaghi: si apostar por el bosnio o hacerlo por el futbolista cedido por el Chelsea. La otra está en la medular: Brozovic había perdido el puesto ante Mkhitaryan, pero el armenio se lesionó y el croata le suplió a un gran nivel. Ahora, con ambos disponibles, al técnico le toca decidir. Se podría pensar que el entrenador nerazzurro, cuyo palmarés se limita a tres Coppas de Italia y cuatro Supercoppas -que no está nada mal-, se enfrenta a una situación de enorme vértigo. Pero en realidad, la presión la tiene el City, que es al que todo el mundo da como favorito. Inzaghi abraza ese papel de víctima y sabe que Estambul es un premio que llega tras haber superado una tormenta huracanada: entre marzo y abril encadenó una sola victoria en nueve partidos y su destitución parecía más que cercana.