El dedo índice al cielo de Montjuïc
El calendario de la temporada está tan comprimido que ni tiempo hay para procesar las fases del duelo. El sábado los jugadores del Barcelona se iban a su casa sin jugar el partido y en estado de shock tras recibir la noticia de que su médico no se había despertado de la siesta. Tres días después se juegan su futuro en Europa sin margen apenas para un responso. Un día, me dijo un médico que la relación que se teje a solas en la camilla del vestuario va mucho más allá del juramento hipocrático. El médico es consejero y confesor, ahora que el asesoramiento espiritual ha caído por fortuna en desuso. Nadie como él, ni el presidente ni el entrenador, sabe realmente por lo que pasa el jugador, sus dudas, sus bajones morales, sus problemas personales… Todo un secreto profesional que vincula a las dos partes y que tan necesario resulta cuando la vida del futbolista de élite es arrollada por un seguimiento mediático orwelliano.
Y sin embargo, no queda otra que pasar página, salvo que queramos entrar en el bucle depresivo que denunció el técnico del Sevilla, Manolo Jiménez, tras la también cruel e imprevista muerte de Antonio Puerta. Los jugadores deberán cancelar todas las fases del duelo en los 90 minutos ante el Benfica. El propio Miñarro agradecerá cada dedo índice levantado esta noche al cielo de Montjuïc en cada gol. Ese es el único homenaje que desearía.
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