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El baúl de medicinas de Flick

Muchos Barças de la última década, incluso grandes Barças con Messi, no hubieran ganado en Da Luz. El imperio se fue desmoronando en aquellas noches negras que se volvieron incontables: Roma, París, Turín, Liverpool, el 2-8 de Lisboa. Y en los años más recientes de transición, en Múnich, Milán. Hasta en Mánchester, en la Europa League. El Barça se moría de miedo en los partidos continentales. Incluso en casa: el 1-4 del PSG, los 0-3 contra Juve y Bayern..., hasta la esperpéntica tarde de Semana Santa contra el Eintracht en un Camp Nou vestido de color blanco. El Barça llegó a creerse que no podía ganar con diez...

Flick, ese paracaidista que aterrizó en Barcelona sin tener ni idea de lo que era el entorno, ni falta que le hacía, llegó al vestuario con medicinas. No con una maleta, sino con un baúl para limpiar la cabeza de un equipo que se había llenado de complejos y ya no le cabían más.

Este Barça cree. Anoche, cuando la cosa se puso fea en Lisboa con la expulsión de Cubarsí, se ató el cinturón y se preparó para vivir. Sufrió, encontró a un gran Szczesny. Pero hay cosas que se huelen. Y en este Barça se intuye una fortaleza mental que le mantuvo siempre en el partido. En cómo celebraban Iñigo y Araújo cada acción defensiva, el Barça iba poniendo piedrecitas para lo que llegó. Un 0-1 de su líder espiritual, Raphinha, que huele a cuartos de Champions.

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