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El Barça y los centollos

Cuando empieza la temporada del Centollo en Galicia los traspiés del Barça duelen menos. Como el partido era a las dos de la tarde encargué en O Grove un macho larpeiro y una hembra para el descanso, con un Ribeiro de treixadura para mojar el carro. Eso ayuda a digerir el juego espeso en el que nos hemos instalado, y del que sin duda saldremos más temprano que tarde. El Centollo (así, con mayúscula, que el bicho se lo merece) tiene unas propiedades terapéuticas muy recomendables en este tiempo de crispación político-futbolístico. Llegué a entender incluso que no anulasen el gol del Rayo (para mí legal) aunque en las mismas circunstancias en Granada el VAR nos hubiese robado (sí, he dicho robar) dos puntos como dos Centollos.

El Centollo es como un transilium. El problema es que cuando ya no quedan en la bandeja ni patas ni tenazas, sufres un ´mono´ brutal, un síndrome de abstinencia en el que ya no encuentras ninguna disculpa para la derrota. De hecho me he quedado literalmente afónico (no exagero) cantando el gol del empate en propia meta. Lo comprobarán mañana lunes si ven La Noche en 24 horas. Mi hijo pequeño Mario me ha dicho que le envíe a Xavi por Seur media docena de machos para que los cuezan en el vestuario y se les aclaren las ideas. El Ribeiro espero que lo ponga Carles Naval.

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