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El 14 se despidió con la 14

Las lágrimas de Casemiro inundaron las mejillas de todos los madridistas. No eran lágrimas de cocodrilo, eran sentidas y honestas. Alguno de ustedes me dirá que si salir del Madrid le iba a doler tanto que se hubiese quedado. Yo mismo estaba en esa tesitura cuando saltó la noticia hace unos días. Pero cuando un hombre considera que en su vida, por muy placentera y exitosa que sea, ha llegado el momento de cerrar una etapa e iniciar otra, hay que valorar la valentía para salir de la zona de confort y asumir nuevos retos personales y profesionales. El Ministerio Fiscal me dirá que va a cobrar el doble, pero también es verdad que si Case se hubiese quedado aquí a cumplir sus tres años de contrato tendría la vida resuelta para sus futuras generaciones. Case no es dudoso. Puso la primera piedra de la Décima con sus 20 minutos heroicos en Dortmund, como ayer le recordó Florentino, y metió un golazo clave a la Juventus en la final de la Duodécima en Cardiff.

Nos deja un poso de honradez en el campo heredado de su aprendizaje en Valdebebas. Esos seis meses en el Castilla le mostraron el camino para ser lo que es: una leyenda blanca. Fede Valverde ha hecho la misma ruta y será el siguiente en coger sus galones. Se nos va el líder silencioso, el capitán en la sombra, el tipo que hacía felices a Kroos y Modric para que desplegasen con libertad su inmenso talento. Te vas, pero volverás. Casemito, obrigado por todo, campeón.