Cuando lo extraordinario parece normal
Arrancó LaLiga, y con ella se volvió a disparar el nivel de exigencia con el que tienen que convivir los profesionales del fútbol, sujetos a veces a críticas que nacen más de la emoción a flor de piel que del razonamiento ponderado. El primer entrenador situado en el disparadero es Lopetegui, cuyo Sevilla ha sumado solo un punto sobre nueve posibles. No le ayuda que el Betis, su acérrimo rival ciudadano, comparta la cabeza de la tabla con el Real Madrid, porque el éxito del enemigo intensifica el dolor de las heridas propias. A un hincha le cuesta soportar que su equipo pierda, pero más aún si el vecino, con el que comparte trabajo o tertulia de bar, presume de felicidad perfecta. Y siendo todo esto muy lógico y muy natural, a Lopetegui le perjudica también otro asunto: ha acostumbrado a su afición a clasificarse regularmente para la Champions, algo que antes de su llegada no estaba ni mucho menos garantizado. Lo extraordinario, tres años seguidos de fase de grupos de la máxima competición continental, se ve ya ahora como una exigencia de mínimos. Y convendría recordar que el Sevilla, en los últimos tiempos, ha logrado superar en la tabla a equipos que partían con plantillas de un nivel muy similar, como las de la Real Sociedad o el Villarreal. En la dura pugna por ser “el mejor del resto”, el cuadro de Nervión lleva un trienio acercándose más al podio de teóricos intocables que a los muy competentes perseguidores que le quieren quitar el puesto en la competición del balón estrellado.
Es evidente que el arranque del Sevilla no ha sido bueno. Y también lo es que su plantilla ha perdido una pareja de centrales sobre la que se sustentaba su solidez -en ellos y en Fernando-. Ahora mismo casi todos apostaríamos por el Villarreal en la pelea por la cuarta plaza, porque además los de Unai tendrán menos exigencia europea al disputar este curso la Conference League. Pero Lopetegui merece un crédito y un reconocimiento por unos resultados que ahora mismo parece que se den por sentados pero que en su momento fueron extraordinariamente meritorios.