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Cuando parecía que el Madrid estaba aprobando la asignatura de no haber fichado un killer mundial, con horas extras de Bellingham, sí, pero con todos los compañeros aplicándose, le han colocado un inesperado examen sorpresa que puede estropearle el curso. La racha de lesiones, causadas por el insoportable calendario FIFA, por mala suerte o por mala praxis, pone a Ancelotti en apuros los dos próximos meses, porque el equipo ha perdido mucha gasolina.

A la baja importantísima de Militao, que tiene a la defensa un punto físico por debajo de lo previsto, y a la de Tchouameni, que ha recortado trabajo en el medio, se han unido las de Camavinga y Vinicius, quizás los dos que más vigor aportan ahora mismo. Esta plantilla, de cuya superioridad física se presume en el club, y seguramente con razón, tiene ahora menos revoluciones de las previstas y eso la puede igualar con muchos rivales. Podemos intuir que, al menos, la precariedad llega en un momento de la temporada que no es tan exigente, con el primer puesto del grupo de Champions casi conseguido y partidos de Liga bastante asequibles, pero esto puede ser muy peligroso si el equipo no consigue dar un mínimo nivel.

Los rivales, por inferiores que sean, están ante una oportunidad de competir en condiciones más igualadas, sin que se note tanto la diferencia de calidad o la profundidad de banquillo. Indudablemente, lo primordial comenzará en febrero pero, hasta entonces, a Carletto le toca navegar en precario, aprovechando el viento que le puedan dar jugadores que se sabían suplentes y que ahora tienen que dar un paso adelante para demostrar que son más necesarios de lo que todos pensaban. Joselu, Brahim o Ceballos tienen que evidenciar en estos dos meses que el Madrid puede rendir incluso estando bajo mínimos.

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