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Ancelotti tuvo un ataque de entrenador

Bonito derbi madrileño, aprovechado por el Atlético para reengancharse al campeonato. En caso de perder hubiese quedado a 11 puntos del Madrid, bien que con un partido pendiente, el del Sevilla, pero a esa distancia, ¿quién hubiera esgrimido eso? Al ganar queda a cinco y, dado el partidazo que hizo, con cierto derecho a sentir que está a dos. Una victoria como la de ayer abre de nuevo las perspectivas de la temporada, porque llegó por una superioridad continuada salvo en los diez minutos que mediaron entre el gol de Kroos, un relámpago en la noche madridista, y el descanso. El fantasma del Madrid le pesó al Atleti durante esos minutos.

Podemos decir, no obstante, que el rival le dio algunas facilidades. Se las dio Ancelotti, que sufrió un ataque de entrenador parecido al que tuvo aquel día en el que, falto de Benzema, colocó a Modric a hacer sus funciones. En el Metropolitano salió con un solo delantero, Rodrygo, perdido de espaldas a la portería, y cinco centrocampistas para ocupar el medio campo, pero dejando unos desajustes en los costados que explotó muy bien el Atlético. Por ahí le llegaron los goles, todos de cabeza, dos de ellos con clamorosa complicidad de Alaba, que luego tuvo el descaro de culpar a Fran García, el novato.

Frente a ese Madrid desordenado (Ancelotti luego rectificó y hasta acabó en un 4-3-3 clásico, ya con la situación irremediable) el Atlético lo bordó. Aprovechó el desconcierto entre laterales, todos sus hombres jugaron con brío y calidad, fieles a un sistema conocido en el que se movían bien, en un todo armónico en el que destacaron por su excelencia tres: Griezmann, que todo lo hace bien, Morata, con dos cabezazos imponentes, y Lino, un puñal en el costado del Madrid con su incansable ir y venir y su buen pie. Por motivación, orden y genio, el Atlético se llevó este derbi y se acreditó como equipo a tener en cuenta en LaLiga y en Europa.