Opinión

Al Khelaïfi, el proyecto Bohr, la Superliga

El PSG se siente beneficiado con este modelo de negocio, pero en realidad es un perjudicado más.

Paris Saint-Germain's Qatari President Nasser Al-Khelaifi looks on as he attends a training session on the eve of the UEFA Champions League football match against FC Bayern Munich at the Allianz Arena in Munich, southern Germany, on November 25, 2024. (Photo by FRANCK FIFE / AFP)
FRANCK FIFE | AFP
Aritz Gabilondo
Aritz Gabilondo (San Sebastián, 1980) es redactor jefe de fútbol internacional de AS. Licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, empezó su carrera en El País y desde 2002 trabaja en AS. Ha cubierto Mundiales, Eurocopas y Juegos Olímpicos para este diario. Es comentarista de fútbol internacional en Cadena Ser, Movistar+ y Mediaset.
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Bola de nieve. Habrán leído la entrevista en estas mismas páginas a John Textor, propietario del Lyon y máximo rival de Al Khelaïfi desde que llegó a Francia. En ella, desnuda el modus operandi del PSG y de su máximo dirigente en un fútbol francés que ahora mismo está hecho unos zorros. El crecimiento del conjunto parisino ha sido inversamente proporcional al del resto. Se los ha comido. No hay rivales que puedan hacer frente a un club con la dudosa financiación del suyo. No hay competencia. No hay interés. No hay televisión. Todo va unido.

Escenario. El PSG se siente beneficiado con este modelo de negocio, pero en realidad es un perjudicado más. Sin una liga fuerte, es más difícil ganar la Champions. Sin un adversario (o más) con el que competir, no hay producto que vender. En España, el Madrid necesita al Barcelona y por eso no le permite caer, incluso cuando ha podido hacerlo. En Inglaterra hay un Big Six que sostiene el plan y lo alimenta. En Italia tienen dos grandes (Juve e Inter) que conviven con otros históricos. Hasta en Alemania ha salido un Leverkusen capaz de destronar al Bayern, un imposible.

Pasado. ¿Y en Francia? En Francia se ha apostado por lo contrario, por empequeñecer a los competidores del PSG para que uno crezca por encima del resto. Lo formidable de toda esta historia es que la salida más lógica para Al Khelaïfi hubiera sido aquello a lo que renunció: la Superliga. O, más bien, aquello que aparcó cuando era uno de los cabecillas. Se llamó proyecto Bohr (homenaje al físico danés que participó en la creación de la bomba atómica) y estaba comandado por el PSG y por la Juve, por Al Khelaïfi y por Agnelli, por los que pretendían cambiar el status europeo ya que las cuentas de la Champions no les satisfacían.

Retos. Lo que ha cambiado la vida: ahora Francia se ahoga por el PSG y el PSG se ahoga por Francia. De hecho, Al Khelaïfi centra el tiro en otros frentes como presidente de la ECA: la nueva Champions, el Mundial de Clubes, las fuentes de ingresos al margen del campeonato nacional... Las Superligas, vaya.

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