A vueltas con Southgate
A nadie le gusta la Inglaterra de Southgate. A mí tampoco. Es aburrida, no asume ningún riesgo y consigue que grandes jugadores parezcan mediocres. Son sentencias duras, pero encontraríamos a pocos aficionados que las rebatieran. Y sin embargo, el seleccionador inglés nos podrá decir que ha firmado los mejores resultados desde después del Mundial del 66, el único título que figura en el palmarés del combinado de los three lions. Y tendrá razón: es el segundo desde entonces que ha llegado a la semifinal de un Mundial (el de 2018; Bobby Robson lo logró en 1990) y el único que ha llegado a dos semifinales consecutivas de la Eurocopa (en la de 2020, disputada en 2021, alcanzó la final). Antes de Southgate, Inglaterra había llegado a semifinales de la Eurocopa sólo dos veces: en 1968 y en la edición que organizó en 1996. En ambas cayó en esa ronda. A él le han bastado dos torneos para igualar ese registro —de hecho, al conseguir un subcampeonato, lo ha superado—. Tiene que estar siendo desastroso el juego del equipo para que, con estos resultados, el seleccionador reciba las críticas que recibe.
Habrá quien diga que Inglaterra nunca reunió tanto talento como ahora. Pero, repasando alineaciones pasadas, esta afirmación es discutible. El once que cayó ante Argentina en los octavos de final de Francia 98 lo formaban: Seaman; Gary Neville, Sol Campbell, Tony Adams, Le Saux; Beckham, Scholes, Ince, Anderton; Owen y Shearer. El que pierde por penaltis ante Portugal en cuartos de la Eurocopa 2004: James; Neville, Campbell, John Terry, Ashley Cole; Beckham, Scholes, Lampard, Gerrard; Owen y Rooney. Eran auténticos equipazos. Recibieron críticas por no llegar más lejos, pero no dieron esta sensación tan plomiza que ha acompañado al equipo en Alemania 2024.
Southgate ha sido así desde el principio. En 2018, increíblemente, se llegó a publicar que el equipo tenía cosas del Manchester City de Guardiola. Fue porque sus posesiones de balón aumentaron. En realidad, los centrales se la pasaban entre sí repetidamente y, cuando al fin les iban a presionar, jugaban en largo. La misma obsesión que ahora por no jugarse un primer pase corto hacia adelante. Pero quién sabe: puede que hasta gane el torneo y su estrategia sea elevada a los altares.