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El último tango en Turín

Vero Boquete, antes de la final de Champions femenina, reflexionaba: "Veremos si el Barcelona impone su ley o si el Lyon se pega un último baile". Fue la segunda opción, aunque tuvo más de tango impetuoso que de armonioso ballet. Esta vez, a diferencia de la final de Budapest, las blaugranas se vieron más sorprendidas que superadas, con un punto de mala suerte y algunos errores individuales que no están acostumbradas a remediar. Ya en la segunda parte, por momentos, pudieron hacer su juego y el Lyon cortó el ritmo con constantes pérdidas de tiempo. Da igual que seas Guardiola o tengas siete Champions: cuando ya has ligado quieres que la orquesta deje de tocar, no vaya a ser que el triunfo se marche con otro.

El Barcelona, en Turín tras la final.
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El Barcelona, en Turín tras la final.FRANCK FIFEAFP

Turín fue muy distinto a Atenas, la tumba del 94 del Dream Team. Sobre todo porque el Barcelona femenino es un equipo vivo, que sigue construyendo para el futuro y con una jerarquía, en apariencia, más horizontal. El Barcelona de Cruyff estaba diseñado desde arriba hacia abajo, cosido por aquella figura paterna que empezaba y terminaba en sí mismo. Como esos jefes a los que se les aprecian sus virtudes, pero también hay que aguantarles y sufrir sus caprichos, aunque no tengan ninguna lógica. Turín parece más al tropiezo de un equipo en ascenso que a la lesión incurable de una plantilla saciada.

Lo que sí noto en las jugadoras culés es una actitud menos reivindicativa que la de sus predecesoras. No se trata de agradecer eternamente a quienes estuvieron antes que ellas haciendo el trabajo sucio, pero no olviden que los derechos conseguidos se pierden muy rápido si no se protegen. Para ganar, primero tienes que tener la posibilidad de hacerlo. Ada Hegerberg, la delantera noruega del Lyon, por ejemplo, renunció durante cinco años a la selección en su lucha por la igualdad de oportunidades. No se trata de convertirse en heroínas, pero tampoco de ser como los tíos, incapaces ni uno solo de ellos de emitir una voz mínimamente crítica sobre Qatar. Que empiece el próximo baile.