A propósito de Adama Traoré

Y a habían limpiado el confeti del Etihad cuando abrieron las puertas del Camp Nou. Imposible no añorar las Ligas de Tenerife al asistir a ese final a pantalla partida entre Mánchester y Liverpool. De la tensión desfibriladora en Inglaterra al mortecino cierre de nuestro título, del carrusel de goles citizen para cambiar en seis minutos el guion de la Premier a la predecible intrascendencia del último partido del Barça. Hay contrastes que causan daño, y más en horario after hour.

Hace ya más de un mes que esperamos el Joan Gamper para calibrar el nuevo proyecto. Xavi ha ido hablando con más jugadores de los que salen en la lista de probables bajas. Suena a revolución low cost, es lo que hay. Alguno de los que previsiblemente dejarán de vestir de Azulgrana Micolor quiso probarse a modo de última oportunidad, como Adama. Los extremos suelen ser ultraligeros y el de Hospitalet parece un All Black, pero su querencia a la banda nos remite al clásico corredor y centrador de línea. Ayer fue el mejor. Pocos galopan hacia atrás cuando también hace falta achicar agua. Suelen moverse mal en el área propia. Traoré prefirió la honradez en vez de borrarse, aún con el alto coste de ceder un gol al adversario en su última acción ante el Camp Nou. Pocas veces un aplauso de despedida fue tan sentido.