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Mbappé, enemigo público Número 1 del madridismo

Se acabaron los paseos por el Paseo de la Castellana en primavera. Se acabaron las comidas en el 'Amazónico' y las cenas en 'El Quinto Elemento'. Para Mbappé se acabó Madrid. Sólo vendrá a la capital si toca jugar en el monumental Nuevo Bernabéu, y ahí será recibido igual o peor a como en su día lo fue Figo en Barcelona. Se le acabó el perfume.

El pecado de Mbappé va más allá de quebrar su palabra con el Real Madrid. Supone una traición al sentimiento de una afición, una entrega al modelo de los clubes/Estado contra el que pelea la Superliga, una renuncia a la lealtad a cambio del dinero y una concesión al poder político, que nunca ceja en su afán de meter las garras en el deporte. La traición de Mbappé alcanza el corazón del madridismo.

Pero no sólo hay que atizarle al jugador. También hay que hacer autocrítica. Fiarse de la palabra de un futbolista rico y famoso de 23 años, voluble y caprichoso, es un riesgo. Yo recomiendo hacerlo sólo en el caso hipotético de que tenga más de 90 años y se presente acompañado de su padre. Mbappé era el eje del Real Madrid de la década, y ahora hay que rehacer el proyecto sin ningún otro crack de su nivel en el horizonte. Habrá que volver al axioma de Di Stéfano: "Ningún jugador es tan bueno como un equipo entero". A ver qué equipo puede hacer el Madrid capaz de frenar de nuevo al PSG de Mbappé, que ya es el enemigo público Número 1 del madridismo.