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Del Chanelazo al bajonazo

Pelos de punta. Impresionante. Estoy en shock. España y Chanel han rozado el Festival de Eurovisión con los dedos. Me pellizcaba y no me lo creía, pero iban cayendo doce puntos por allí, ocho puntos por allá. Otros doce de Portugal. Hasta 12 puntos de Suecia. Lo que siempre se ha dicho, para ganar había que ir pillando un poquito de todos, por poco que fueran. Y Chanel así lo hacía. Era un goteo constante. Madre mía. Las casas, los cines y todos los lugares del mundo estaban pegados a las votaciones. Las redes sociales eran un hervidero. España podía ganar Eurovisión. Miraba a los presentadores atónito. Por muy poco Chanel no ha traído la tercera victoria a España. La magia del televoto ha dado la victoria a Ucrania. Un mal menor, porque Chanel fue tercera por 7 votos. ¿Se imaginan perder el Festival por esos míseros siete votos? Casi un mini infarto.

Tengo que reconocer que terminó Chanel y me entraron los nervios. El agobio. ¿Y si ganamos? Entonces he recordado que llevaba una semana rara. Lo confieso. Sería la COVID, el calor, las alergias, las despedidas, la falta de sueño. Sí, era eso, la falta de sueño. Me había imaginado muchas veces cómo viviría esos días si España aspirara de verdad a ganar el Festival de Eurovisión. No pegaba ojo. Las anteriores fueron meras ilusiones. Más ganas que otra cosa. Y David Civera y Rosa (de España) me pillaron en pleno mayo de hormonas universitarias. Y no las recuerdo bien. ¿O fue esa trilogía de finales de Champions: Madrid-Valencia-Madrid?

Lo cierto es que cuando conseguía dormir, soñaba con el estilismo de Chanel Terrero en Turín. Ese body negro con pedrería y la torera. Ese 'SloMo'. Ese reconocible giro inicial. Esos nuevos 45 segundos de perfección, de clímax, de éxtasis. De True Fantasy. Y me despertaba. No me lo podía crear. Me descubría a mí mismo diciéndome: "¿Te imaginas qué ganamos Eurovisión?". Entonces volvía a la realidad y entraba en la fase negacionista. Ganar es muy difícil. Que el Benidorm Fest ha sido una gran idea, sí, y que ha venido para quedarse, también. Me venía a la mente las injusticias de los últimos tiempos, que ha habido muchas. Todo ese trabajo que se esfumaba en un momento. Recordaba a Marc Tur, ese español que perdía una medalla olímpica en los últimos metros en los agónicos 50 kilómetros marcha. Y pensaba en Chanel y en todo su equipo. En España, en el momento de las votaciones. ¿Y si a Chanel le pasaba lo mismo? Todo el esfuerzo, en manos de la geopolítica del Festival. De jurados condicionados. Pero enseguida me venía arriba. Sólo atinaba a pensar que si había Chanelazo me quedaría en shock. Un triunfo con la apuesta que siempre había deseado. Sin alardes. Ir, ejecutar, encandilar y ganar. Adiós maldito gafe.

Y llegó el sábado. El Festival. Estaba Laura Pausini y sus atuendos. Mika. Maneskin. Todo estaba replicándose de la misma manera. Chanel impregnaba todo con su esencia. Que más da si actuaba después de los anfitriones Italia. Chanel puso a toda Europa patas arriba. El 'interval act' perfecto. La de la Habana no tenía nada de envidiar a las divas internacionales más importantes. Un show de la SuperBowl histórico. Ya está, Chanel olía a victoria. Una fragancia que España no cataba desde hace 53 años. ¿Quién se acordaba ahora de Rigoberta, de Tanxugueiras? ¡A llorar a la llorería!. Todo el mundo rajó lo más grande de Chanel. Tongazo, decían, pero esto es como la lista de Luis Enrique para la Selección. Vaya quién vaya, habrá polémica, pero una vez bajado el souffle. A tope con España. A tope con Chanel.

Hablando de souffle, la apuesta de España y de RTVE puso a todo el mundo en pie rozando las 10 de la noche, pero el destino quiso que pareciera de otra edición cuando le llegó el turno a Suecia. Que participó con esa mujer que impone con sólo pronunciar su nombre de vencedora: Cornelia Jakobs. Me dije: "Nada, el micrófono de cristal va directo a la cuna de ABBA". Pero aprendí una lección, nunca subestimes a la BBC. No se me alteren, que esto no habla de Bale, Benzema y Cristiano. Sino del halo de la cadena pública británica. Los dos últimos puestos consecutivos que llevaban a sus espaldas eran mucho para el orgullo inglés. En la última, un rosco, curiosamente como España. Y los pentacampeones de Eurovisión sacaron todo su arsenal con Sam Ryder. Un icono en UK crecido en la generación del Tik Tok pero que conecta a las mil maravillas con los pioneros eurofans que hicieron grande el Festival. Ese era su sencillo secreto. Y funcionó... para el jurado.

El televoto fue de Moldavia, de Serbia y de la vencedora Ucrania. En un Festival en la que no hubo casi ninguna referencia a la invasión de Ucrania, pero a la hora de votar ahí estuvo. Más geopolítica que nunca. No es mala triunfadora pero Reino Unido, España y Suecia eran mejores. Chanel, esa cubana que adoptó España como suya, estuvo a punto de lograrlo. Flipante. Surrealista. Qué locura. Se me acaban los calificativos.

Entonces España se quedó cómo cuando tu equipo pierde la final de un torneo importante. Esa sensación de hastío, de impotencia, de rechazo total. ¡No vuelvo a ver Eurovisión! Que pasados unos minutos se tornan en orgullo, en satisfacción por haber encontrado el camino correcto. Ahora hay que saber seguirlo en el futuro. Se escapa una gran oportunidad. Es cierto. Chanel ha puesto el listón, muy, muy alto. Con récord histórico de puntos incluido. Todo lo que venga después de Chanel, no nos gustará. No lo olviden, esto es España. Italia tardó diez años en saborear el éxito desde su deslumbrante regreso en 2011. Señora, señore, aquí hay artista. Chanel ya ha escrito su nombre a la altura de Massiel, Salomé, Karina, Mocedades, Betty Missiego, Rosa, Beth, Pastora Soler, Ruth Lorenzo y la siempre olvidada Anabel Conde. Y recuerden, un día de mayo de 2022 se inventó el Chanelazo pero no se perdió la ilusión. Venceremos.