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Más súper noches, please

Comienza la penúltima jornada de Liga. Sólo quedan dos finales, seis puntos en juego... con algunas cosas todavía por decidirse. Entre ellas, los puestos de Europa League y de Conference y dos de los tres puestos de descenso. Para bien o para mal todo tiene un final. Pero qué rápido pasa el tiempo. Todavía mantengo en mi retina el gol de Griezmann al Valencia por toda la escuadra en la primera vuelta, el gol de Chukwueze al Bayern y los dos de Rodrygo al Manchester City en las semis de la Champions.

Esto es fútbol y lo que nos emociona es ver correr a los jugadores hacia el banderín de córner tan cerca de la grada como sea posible, seguidos por una gran masa de fans que los acompañan en su delirio. Y eso es exactamente lo que esperamos cada vez que vamos a un estadio: lo que nos provocó el Real Madrid frente al City, el PSG o el Chelsea. Aunque en este caso se trate de algo especial, de una profecía autocumplida, de una convicción que se convierte en magia que perturba incluso a los mejores jugadores. Me recuerda a Uganda. Antes de los partidos un curandero se acerca al poste de los rivales para realizar una conjura y así llevarse la victoria.

Y esa magia es la que queremos vivir. Debido en gran parte a jugadores estrellas repartidos en solo media docena de clubes europeos. Por eso, las diferencias en un partido entre algunos de los mejores equipos es finísima. El más mínimo cambio de tendencia, el error más tonto o un cambio táctico imperceptible pueden tener consecuencias socioeconómicas para un club. A veces los finales nos gustan, otras no tanto porque nuestra decepción es la felicidad del rival pero pronto todo volverá a su sitio, los títulos, las ligas y los descensos se olvidarán con la necesidad de volver a conseguirlo.

El expresi del Súper Depor, Augusto César Lendoiro, decía que la burbuja del fútbol se ha pinchado pero después de las súper noches eufóricas y salvajes del Madrid y del Villarreal, llenas de magia y milagros, ya no me creo eso de la tal desburbujización futbolera. La burbuja nunca se va a pinchar, porque es algo que está muy metido en nuestra alma. Pero eso sí, señores de los horarios, no nos pongan fútbol en la matinal de los sábados porque son difíciles de seguir. Toca acompañar a nuestros niños a sus actividades y estaría feo andar con el móvil viendo otro partido, mientras tu hijo ilusionado te mira para que veas como hace sus primeros movimientos de ballet. También los lunes es complicado sentarse a ver un partido y mucho más ir al campo porque no hay tiempo. Se pierde la esencia de este deporte, que es compartir y comentar el partido con tus amigos o con tu familia. Y ahí sí, poco a poco, se puede olvidar el sentimiento de pertenencia generacional a un equipo al no disfrutar como lo hacíamos antes todos juntos en familia.

Y ya que me pongo a pedir, no hagan una Liga de un único equipo trayendo solo a Mbappé. Hagan un esfuerzo y traigan a alguna estrella más para darle todavía más emoción a esto. Si no al final va a ser verdad lo de la burbuja… #VuelveprontoLevante.