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Del alirón del Madrid al Barça rumbo a Turín

La tarde de sábado empezó con el alirón del Madrid, campeón de su Liga número 35 por derecho, con 81 puntos a cuatro jornadas del final. Su temporada ha resultado tan deslumbrante como, en cierto modo, inesperada. Terminado el ciclo de Zidane, el Madrid llamó a Ancelotti en una segunda parte que habló mucho sobre el reducido círculo de confianza de entrenadores que tiene Florentino. El crédito del verano, además, se gastó esperando a Mbappé, que al final no vino. Eso dejó cierta sensación de desánimo en el Madrid. Se habían marchado Zidane y Ramos, iconos junto a Cristiano de la segunda edad de oro del club en la Champions, y daba la sensación de que el Madrid necesitaba un impulso. Sin embargo, quedaban suficientes palancas. La temporada de Benzema ha sido sencillamente apoteósica. Máximo goleador (26) y máximo asistente del campeonato (11), su fútbol va más allá de las cifras. Es un jugador que ha llegado a ese punto de grandeza al alcance sólo de los elegidos para saber qué está pasando en cada partido y, sobre todo, qué es lo más necesario para su equipo. Siempre ha sido un privilegiado técnicamente y un buen compañero. Finalmente, la coctelera ha conseguido el jugador perfecto. A su lado ha florecido Vinicius, más sereno delante del gol. Kroos y Modric han sentado cátedra y Alaba se ha traído un poco de 'gen Bayern'. Eso nunca está de más. Junto a Militao, han hecho olvidar a la pareja Ramos-Varane. Lo de Courtois está fuera de catálogo. El Madrid ha ganado en el Camp Nou, San Mamés, Mestalla, Villamarín, Sánchez Pizjuán... Es un campeón de ley y quiere más. En una temporada que todos imaginaron de transición, sueña con un doblete memorable con permiso del gran City de Guardiola.

Mientras el Madrid celebraba el título en el Bernabéu, el Barça alcanzaba su tercera final de Champions ante 22.057 espectadores (récord de la sección femenina del Wolfsburgo) en el Volkswagen Arena. "Sí, sí, sí, nos vamos a Turín", gritaron Jenni Hermoso y compañía. A Alexia, Marta Torrejón le tuvo que decir que se alegrase, que estaban delante de otro momento histórico. Pero a la Balón de Oro no le salía demasiado la euforia. El Barça había jugado bastante mal y recibió un aviso con vistas a la final. Jugó demasiado con el resultado y cuando Roord hizo el 2-0 a media hora del final, temió lo peor. Las alemanas apretaron y Jenni, Hansen, Oshoala o Crnogorcevic no encontraron nunca el punto de sensibilidad suficiente con el balón para dejar lista la eliminatoria. El Barça llegó a Turín con cierto sufrimiento, pero eso también es un aprendizaje. A Italia viajarán con la intención de que lo suyo empiece a considerarse una dinastía.