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Todas las veces que murió el Madrid

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Hace muchísimos años, en la Prehistoria de la que hablaba Guardiola, dieron a un hombre por muerto. Animales de todas las partes del mundo le habían atropellado, hasta dejarle tendido en el suelo. Con el cuerpo rendido y una marca en el pecho. De color blanco.

Hoy el Madrid murió todas las veces posibles. Es lo que tiene jugar contra un equipo como el Manchester City, que nunca deja de atacar. Los de Pep se explican así: once tipos que a priori no parecen cracks y de repente todos juegan como cracks. Un equipo que sale sin delantero centro y de repente te hacen goles por todos lados.

La primera muerte del Madrid se fecha en el minuto once. Dos puñaladas en el inicio de unas semifinales de Champions. Y dos centrales confundidos, Militao y Alaba, que pasaron del error al horror. Los de Ancelotti seguían sin pulso y con los ojos cerrados, hasta que en el minuto 33 resucitó Karim. En el número de la muerte. Benzema se inventó un gol imposible con la naturalidad de siempre, como diciendo a la grada que no fue su culpa; que se hizo artista porque le obligaron sus padres.

La segunda muerte llegó en el minuto 53. El 3-1 de Foden, un atacante con ojos de mapache, ahogó al Madrid cuando se había salvado. Ni una gota de oxígeno y Vinicius echó a correr como un fugitivo. Al brasileño le pidieron calma para definir y cuando se plantó ante Ederson aceleró aún más, para derrumbar a Guardiola.

La tercera muerte pareció definitiva en el minuto 74. Un disparo al corazón. Un trallazo de Bernardo Silva a toda la escuadra. El Madrid se desangraba y emergió un equipo de generales elegidos por Napoleón. Jugadores con dos rasgos: calidad y buena suerte. Un penalti llovido del cielo y una genialidad de Benzema. Cuando todas las madres del madridismo le tapaban los ojos a sus niños, Karim marcaba a lo Panenka. Todas las veces que murió el Madrid. Todas las veces que murió Karim. Que vino a España sin sangre y lo mataron. Se puso una venda, jamás se rindió y ya es el mejor futbolista del mundo.

Aquel hombre con una marca de color blanco en el pecho no había muerto. Aún anda suelto.