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Las actividades humanas en las que están involucradas las pasiones son de las más susceptibles para despertar filias y fobias. La Semana Santa es para algunos un tiempo de densidad emocional y revitalización de valores fundamentales: la hermandad con los tuyos, el recuerdo familiar, la fe. Para otros, sin embargo, es el momento de hacer las maletas para recalar en el pisito de la playa o la casa de turismo rural.

También el fútbol tiene sus devotos y sus detractores. Entiendo que, para sus críticos, este deporte ejemplifique lo peor de la sociedad: machismo, violencia, salvaje competitividad, sinrazón. Pero han de comprender que los que profesamos la devoción futbolera experimentamos a veces cómo en 90 minutos se escenifican algunos de los principios más elementales y más hermosos.

Joaquín festeja un gol con la afición bética.
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Joaquín festeja un gol con la afición bética.

La última vez que el Betis bajó a Segunda —cosa que es cuestión de tiempo, normalmente— el número de aficionados que sintió que era el momento para apoyar al equipo incondicionalmente aumentó con respecto a la temporada en Primera: lealtad. Cada vez que Joaquín se dispone a tirar un córner, esa esquina del Villamarín se pone de pie y aplaude: agradecimiento. Los verdiblancos tienen en sus manos ganar un título precisamente ahora, cuando su eterno rival lleva años superándoles en éxitos: esperanza. En el minuto 26 de cada partido, el estadio corea el nombre de Miki Roqué, que llevó ese dorsal hasta que un cáncer le privó de conectar más tardes con la hinchada bética: respeto. No importa que llueva o haga un sol abrasador, en las inmediaciones del estadio siempre se ven aparcados numerosos autobuses que han traído a los peñistas de los lugares más remotos: compromiso.

Así, cada hincha conoce, a través de su equipo, valores semejantes. Los que consideran el fútbol el símbolo de todos los males, deberían practicar eso que los antropólogos llaman “relativismo cultural”: primero conocer en profundidad, ponerse en la piel de los otros y solo luego, si acaso, enjuiciar.

Mi hija Maya dice que se aburre en la asignatura de 'Educación para la Ciudadanía' y mi otro vástago, Pablo, pasa sin pena ni gloria en la de 'Religión'. Pasada la Semana Santa, volveré con ellos al Villamarín. A ver si aprenden algo.