La idea es el destino
Encendió el Barça la antorcha de la revancha donde su mayor enemigo destruyó a su segunda némesis días antes. No hay novelista que pudiera imaginar un mayor resarcimiento que el ocurrido el domingo, aunque la rancia aritmética pretenda negar su importancia. El Barça retomó el hilo de su historia ganadora, que está ligada a un determinado tipo de juego, no muy accesible o siquiera deseado por muchos equipos. El hecho de que hasta los negacionistas apreciaran e incluso, milagrosamente, reconocieran que el marcador se quedó corto revela el mérito azulgrana. Asimismo, existió en esa celebración un reconocimiento implícito de la inferioridad que acababa de abandonar el equipo culé.
El Barcelona triunfador solo se explica desde ahí, desde aquel hilo, desde ese relato; solo se orienta desde esas coordenadas. Lo triste de estos años no han sido las tremendas derrotas, que también, sino haber errado el rumbo, renunciado a la esencia, dando la razón a los críticos que pensaban que el tesoro del que presumía el Barça era propaganda.
Y no: no es un anuncio el rondo, el juego de posición, el tercer hombre, los canteranos que hablan ese idioma, los extremos abiertos, el balón silbando de bota a bota, de bota a espacio. Es una manera de hacer las cosas, un camino, no un fin en sí mismo, aunque a veces el propio Barça los confunda. Así que el culé celebra algo más que un triunfo, celebra que se escucha una melodía deliciosa y reconocible. En el Barça, la idea es el destino.
No nos engañemos, queda mucho, lo más difícil: consolidar, crecer desde la normalidad. Recuperarse del momento reciente, tan oscuro, tuvo mérito, porque la escasez de recursos lo dificultaba sobremanera, pero casi cualquier cambio podía suponer una mejora. Seguir progresando es más complicado, es más difícil enhebrar las soluciones adecuadas en un ojo de aguja que se estrecha. Se requiere más frialdad. Veremos si se impone la mente cartesiana de Xavi o el fuego interno de Laporta, los artífices de la resurrección.