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Me enteré por la prensa

El fútbol representa ya algo tan complejo, táctico, inasible y también ideológico que hay un City-Atlético y decimos que vamos a asistir a un choque de mundos: Guardiola contra Simeone. Es como si los cuartos de final no fuesen más que política internacional, un conflicto para tratar de imponer un determinado orden mundial. Pasan estas cosas cuando alguien es capaz de moldear un equipo a su absoluta semejanza, de tal modo que un día, de golpe, los jugadores se apellidan como el entrenador, viven en la misma casa, usan los mismos adjetivos, empiezan a vestirse por la misma prenda de ropa.

Fuera de estas reducciones exageradas, que nos dan la vida, lo cierto es que será emocionante asistir a la colisión de dos ideas tan poderosas, opuestas, inflamadas, que cada una por su lado ha dado importantes títulos a los equipos en los que tanto Guardiola como Simeone han entrenado. Hasta ahora, salvo una ocasión memorable en unas semifinales de Champions, apenas hemos visto enfrentamientos directos. Sus equipos se han encontrado, fundamentalmente, en la teoría. Teníamos que imaginar ese partido. Por fin saltamos de nuevo a la práctica, que es donde suelen descarrilar las genialidades que todos llevamos siempre en la cabeza.

Guardiola y Simeone se saludan antes del Bayern-Atlético de 2016.
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Guardiola y Simeone se saludan antes del Bayern-Atlético de 2016.Alexander HassensteinBongarts/Getty Images

Algunas rivalidades necesitan estar mucho tiempo dándose la espalda, casi sin conocerse de nada, para que el día que al fin coinciden el punto en el que lo hacen sea un lugar incandescente. Sería hermoso ese instante en el que Simeone y Guardiola, después de años, coincidiesen en el campo y uno le dijese al otro: "Supe todo este tiempo de ti por la prensa". La vida tiene sus trámites. Quizá un City-Atlético no ahora, sino hace mucho tiempo, habría llegado demasiado pronto para que la cita gozase de épica. Las rivalidades se forjan en una lentitud por la que resbalan los años, mientras se posterga el enfrentamiento indefinidamente, hasta que llega un día que te preguntas por qué se parecen tan poco fulanito y menganito, y resulta que lo has olvidado. Pero ya ahora nos lo van a recordar.