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El fútbol y la madre que lo parió

Al Clásico sin lo clásico y eso para alguien apegado a la nostalgia como un servidor es otro bofetón que se suma a los muchos recibidos en los últimos tiempos. Que el Madrid no juegue de blanco contra el Barça en el Bernabéu me está ahogando. Es cosa del patrocinador, me informan en un intento por calmarme. Pero yo me revuelvo como se revolvían mis padres cuando exigías algo que se salía del raíl: "Mientras se viva en esta casa y bajo este techo se hace lo que se ha hecho siempre". Y bajo el techo de Chamartín (ahora retráctil), perdónenme señores y señoras del márketing, se juega de blanco. Y si es para conmemorar el 120º aniversario del club, con más motivo.

Entre unos y otros, entre árbitros y marcas, entre la FIFA y el VAR, al fútbol no lo va a conocer ni la madre que lo parió, que diría Alfonso Guerra. Aunque en este caso, esa expresión está desprovista de todo tinte eufórico y positivo que impregnó aquellas palabras del político en 1982, con el PSOE llegado al Gobierno tras tantos años sumidos en el gris. El giro del volante empezó a darse cuando comenzamos a ver sobre el césped jugadores con botas de colores, menospreciando el negro de la tradición, y ahora nos vemos en este punto, con el Madrid de negro y con tantos asteriscos sobre un deporte que nació simple que ya le miramos con los ojos achinados. Las manos ya no son manos, o sí; las rojas no lo son tanto, pero hay amarillas que sí son rojas; se anulan goles por la uña de un meñique o la longitud del flequillo porque el terreno de juego se ha transformado en una mesa de arquitectura, con su escuadra y cartabón; hay que tener una licenciatura en ventanas para saber cuántos cambios puede hacer tu equipo… No me toquen más el fútbol, por Dios.

Llevo muy mal los cambios. No los gestiono bien. Sufro cuando veo a Casemiro de central o a Asensio de falso nueve. Menos mal que el domingo, cuando empiece a rodar la pelota, nos rescatará el exterior de Modric, el picante de Pedri, la precisión de Kroos, la experiencia de Busquets, el vértigo de Vinicius, las paradas de Courtois y Ter Stegen o los milagros de Benzema siempre que se dé el milagro sobre su sóleo. Eso no cambia. El pellizco de lo ancestral. Pero hasta que ruede la pelota, me sigo limpiando las lágrimas de sangre al ver lo negro sobre el blanco.