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Corría el minuto 78. El Bernabéu estaba on fire porque apenas un minuto antes había metido Benzema el 2-1 tras un pase quirúrgico de Modric. La prórroga estaba asegurada, pero el Madrid olía la sangre y en otra contra revolucionaria de Vinicius forzó un error de Marquinhos, que dio una asistencia a Karim para que firmase el 3-1 de la locura colectiva y de la enajenación mental transitoria de un estadio y de un equipo que levitaron en la noche madrileña.

Lo que vino después fue increíble. Karim corrió hacia la línea de banda para celebrar su hat-trick y en esa explosión de júbilo Militao, Valverde, Carvajal, Lucas, Rodrygo, Vini, Modric, Nacho... se saltaron el cordón de seguridad de los steward y se abrazaron a los aficionados que copaban las primeras filas de la grada lateral. Ante la avalancha de júbilo, los agentes de la seguridad privada se levantaron de sus sillas, colocadas de espaldas al juego para controlar la seguridad durante el partido. La masa de jugadores que entró en tropel se llevó por delante varias sillas blancas, todas de plástico, y cuando acabó el lógico y enloquecido festejo emergió una figura de 1,81 metros que dejó alucinado a todo el estadio.

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Era David Alaba, que levantaba con sus poderosos brazos una de las sillas y la elevaba al cielo del Bernabéu con un grito de rabia y euforia nada contenidas. Parecía Mike Tyson levantando su cinturón de Campeón del Mundo de los pesados. El austriaco era la imagen de la felicidad plena, hasta el punto de lograr terminar de enamorar a ese madridismo que ya le adora como si llevase aquí una década.

La crueldad del destino quiso que la fotografía, ya icónica para la afición blanca, se produjese a apenas 40 metros de donde estaba sentado Sergio Ramos, detrás del banquillo del Paris Saint Germain. El camero debía estar pensando: “¿Qué hago yo aquí mientras mi sustituto disfruta del fútbol y de la vida en este mágico estadio?”.

Para remate, en sus redes sociales puso Alaba un mensaje maravilloso junto a esta foto: “Don’t you sit in our chair!” (“¡No te sientes en nuestra silla!”). Alaba, 29 años, ya es uno de los nuestros. Hasta tiene su propio cántico. ¡Alaba Madrid!