Benzema entra en el Olimpo de Di Stéfano
Mitad artista, mitad guerrero, Benzema iluminó una noche que en el descanso iba para catástrofe. Siempre con su escolta Vinicius (colaboró en los tres goles) cerca, desencadenó una tormenta sobre el área del PSG a la que se sumó gustoso todo el equipo. La puerta la entreabrió Donnarumma por entretenerse con el balón en los pies; Benzema, tan distinto de aquel jugador frío de años atrás, castigó su despiste. Ahí cambió la atmósfera. El estadio se inflamó y el PSG quedó arrasado. Benzema, convertido en una fiera del área, haría dos goles más que le permiten superar al mismísimo Di Stéfano en la tabla histórica.
Cuando la atmósfera del Bernabéu alcanza esos grados, y sólo sucede en determinadas noches europeas, los madridistas vuelan y sus rivales se encogen. Ayer lo tenía todo en contra hasta el primer gol: el 1-0 de la ida, la superioridad del PSG allí, el 0-1 del primer tiempo, la impresión aplastante de que contra Mbappé no había antídoto. Él hizo el gol de la ida y el de la vuelta y anoche remató a la red dos veces más, tantos anulados por fuera de juego. Nadie daba un duro en el descanso por ese Madrid que había salido con brío pero se había apagado al cuarto de hora. Dos goles por debajo, Mbappé desatado, sensación de inferioridad…
Pero estas cosas pasan en el Bernabéu en la Champions, antes Copa de Europa. Y el PSG, ya se ha visto otras veces en otros sitios, no es equipo que aguante las contrariedades. Por eso no consigo tenerle respeto por muchas figuras que reúna (figuritas de belén los tres durante el segundo tiempo). Figuras intocables aún en las malas. Para meter cambios con los que parar la sangría, Pochettino tuvo que sacrificar a otros. Fue una noche en la que el viejo fútbol venció a la acumulación de oropeles. Es algo a celebrar. Y, por qué no decirlo, esta noche debe ser decisiva para que Mbappé admita que el PSG no es su sitio. Su sitio es el Madrid.