El VAR quita credibilidad a LaLiga
Elche es un grito por la mano señalada a Barragán y la no señalada a Jordi Alba. Si quieren mi opinión, ninguna de las dos lo fue. Según el Antiguo Testamento, fueron jugadas que no merecían sanción, y de hecho así las vio Hernández Hernández, árbitro del partido. Pero la primera de ellas inspiró a De Burgos, el sexador de pollos de guardia, a llamar a la pantalla a Hernández Hernández, que ante tal requerimiento vio conveniente pitar penalti porque, al fin y al cabo, el Barça es el Barça y el Elche es el Elche. En la de Jordi Alba no le llamó De Burgos, quizá por lo mismo que acabo de decir: el Elche es el Elche y el Barça es el Barça.
Bueno, dejémoslo ahí. Pero es que luego vimos en el Villamarín una mano de Sabaly que no hubiera colado ni con el Antiguo Testamento. Fue un gesto claro de mano al balón para alejarlo de João Félix, acción técnica perfecta de un base de baloncesto que arrebata el balón a un rival por el sencillo expediente de cruzar la mano y empujarlo oblicuamente al suelo. Vale que el árbitro, Cuadra Fernández, no lo viera. Lo que resulta imposible es admitir que Iglesias Villanueva no lo viera tampoco en la sala VOR. La explicación extraoficial es que “es poco intervencionista”. Así que aquí no hay Betis ni Atleti, sólo un abstencionista.
Me hartan estas cosas. Me harta no saber ya lo que es mano y lo que no, o pensar que lo sé y que hay un sistema arbitral que se hace mangas y capirotes con el sentir de las aficiones. Un sexador de pollos allá, un pasota aquí. Y al frente de todo, Medina Cantalejo, que malgastó su primera comparecencia chapoteando en sus cuitas sevillanas en lugar de enviar un mensaje claro sobre qué se propone al frente del arbitraje. La próxima vez me gustaría que nos mostrara veinte manos que sí, veinte que no y veinte que más o menos y que nos explicara por qué sí, por qué no y por qué ya veremos. Pero me temo que no nos dará ese gusto. No sabría cómo.