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Luka Modric es un chaval de 36 años

A menudo tengo ardientes debates dialécticos con madridistas que se agarran a lo fácil en este tipo de situaciones: "Hay que buscarle ya un sustituto a Modric. Con 36 años no puede ser titular indiscutible en el Madrid". Yo les respondo con argumentos futbolísticos, no hilados a los fríos datos personales del DNI. "¿Qué garantías te da Camavinga? ¿Y Valverde?". En ese caso agachan la cabeza y entran en razón: "Hombre, es verdad que a sus 19 años se le nota a Camavinga un poco verde. Necesita tiempo y partidos para poder tirar de él en días importantes". Y con el uruguayo terminan por entregar las armas: "Fede es muy bueno, pero es muy irregular y con tanta lesión no ha habido manera de verle como el jugador de rompe y rasga que parecía hace dos años". La conclusión la asume gustoso Ancelotti: que juegue Modric.

A Luka nadie la ha regalado ese estatus. El kinesiólogo croata que nos descubre mi compañero Marco Ruiz es testigo de esa profesionalidad extrema y dedicación exclusiva para lograr que su pequeño cuerpo siga deleitándonos casi hasta que cumpla los 40 años. Modric es de esa escuela de jugadores que asume que se juega como se entrena, que se cuidan con la ilusión de seguir disfrutando del fútbol como si continuasen en edad juvenil. Es un yogur sin fecha de caducidad.

Modric apenas se lesiona, juega con más empeño que hace diez años y tiene un despliegue físico que asombra hasta a sus más íntimos (empezando por Pedja Mijatovic). El pasado sábado, en Vallecas, el Rayo hizo una contra diabólica y solo bajaron tres del Madrid a defender. Uno era Luka... En las oficinas del Bernabéu toman nota y pronto le llamarán para que ponga su rúbrica a un año más de contrato. Se lo ha ganado en el campo. Ningún merengue imagina un Madrid sin él. Modric es mucho Modric.